En los días en los que vivimos parece que es más fácil vender la duda.
En marketing es más fácil vender branding, percepción de marca y fans que resultados y cambio. En las noticias es más fácil vender catastrofismo, crisis, derrotismo y debacle que vender avances, crecimiento y positivismo. En los periódicos es más fácil vender sensacionalismo y niebla que valor y optimismo. En la TV es más fácil vender chismorreo, parloteo y surrealismo que vender aprendizaje, inspiración o liderazgo. En la educación es más fácil vender obediencia, industrialismo y neutralidad que insubordinación, emprendedurismo y desarrollo personal.
En ventas es más fácil vender la captación que la fidelización, en recursos humanos es más fácil vender un CV y la complacencia que los proyectos y los logros alcanzados. En la empresa es más fácil vender mediocridad que vender la excelencia.
Parece que en la vida es más fácil vender la duda, el pasado, las reglas o la normalidad, que vender tiempos increíbles, el presente, la oportunidad de cambiar el mundo y el momento de marcar la diferencia.