Sí, saltar da miedo. Da miedo cuando saltas por primera vez. Cuando saltas por primera vez y tu paracaídas no se abre, demonios, claro que da miedo. Atemoriza. Cuando saltas por tercera y cuarta vez y tu paracaídas no se abre, no pierdes los nervios, sabes que puede ser algo esperado y trabajas con calma para remediarlo, todavía te quedan unos dos mil metros para aterrizar. Ya, pero saltar da miedo.
Saltar da miedo
Da miedo cuando abandonas tu trabajo por la oportunidad remota de seguir tu pasión. Igual que cuando abres una tienda, está llena de clientes y nadie compra. O cuando intentas ser habilidoso en cualquiera que sea el arte o materia. El paracaídas no se va a abrir a la primera de cambio. Incluso ocurrirá que en ocasiones no se abra en absoluto y te golpees más de una vez contra las rocas. Solo espero que no sea demasiado fuerte. Saltar da miedo porque podrías quedarte en el intento. Si piensas eso es porque quizá nunca has saltado.
Si nunca saltas nunca podrás abrir tu paracaídas. Estarás a buen recaudo. No tendrás que arriesgar. Permanecerás sentado en la butaca con el paracaídas comprimido y adherido en tu espalda, listo para ser abierto. Algún día. Todas esas habilidades, todo ese talento, genialidad, perspicacia y capacidades, empaquetadas y encerradas. Nunca te golpearásá contra el suelo, no sufrirás contusiones, pero si no saltas, nunca sabrás que pasará su lo haces.
Ellos saltaron antes que tú
Piensa en cada una de las personas que admiras, cada una de ellas saltó. Winston Churchill dijo una vez que la verdad es incontrovertible, maligna, ignorante, tácita, loca y ridícula, pero al final aquellos que la conocen y practican serán libres. Y la verdad es que todavía no has saltado, que todavía alguien controla tu destino. La verdad es que no estás dando tu máximo rendimiento. Es verdad es que no estás obsesionado con ser mejor. La verdad es que no sueñas con vivir la vida que mereces. La verdad es que no eres un/a inconformista. No estás dibujando tu mapa, esa es la verdad.
Lo cierto es que la verdad te cazará, antes o después. Llamará a tu puerta y no tendrás más escapatoria. Ya no podrás saltar, pero de momento, si puedes levantarte de la cama cada mañana, puedes saltar, puedes poner tu alma en ello.
No puedes perder
Podría no estar aquí. Abandoné los estudios en bachiller. No llegué a obtener un graduado universitario. Tuve que comer pasta durante dos meses todos los días. Pedía aceite de oliva al restaurante Español que había al lado de mi casa en Brighton. He tenido 1€ en el banco en al menos ocho ocasiones que pueda contar. Nunca había tenido recursos, ni plan B o vía de escape. Sin embargo, nunca dejé de saltar, primero porque sabía que el riesgo de no hacerlo era mayor y segundo, no podía perder lo más importante, yo mismo. Desde entonces nunca he parado de saltar a nuevos lugares, aceptando el miedo que viene incluido. Ya no es novedad.
Saltar da miedo, solo cuando lo haces por primera vez, siguiente excusa.
Atribución imagen: santimolina.