Lecciones de toda una vida

Disrupt Everything #15 – Lecciones de toda una vida con Juana y Tomás

Este es un episodio especial. Por ser la primera entrevista. Por los invitados de excepción. Y por recoger un testimonio así y tener otro grandísimo recuerdo y más gran experiencia junto a este auténtico, sabio, divertido y emblemático matrimonio de casi 90 años cada uno. Toda una vida juntos. Las personas que me criaron mientras mis padres trabajaban duro. Juana y Tomás, parte importante de la persona que hoy soy.

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juana y tomás lecciones de toda una vida

ÍNDICE DE CONTENIDOS

  1. Intro.
  2. Inicios.
  3. La guerra y post-guerra.
  4. Emigrar.
  5. Una nueva vida.
  6. Aprendizajes y lecciones.
  7. Fin.

Este es quizá el podcast más valioso que he grabado hasta el día de hoy. También uno es los mejores contenidos que jamás podría crear, por valor emocional y sabiduría acumulada. Me refiero a lecciones de toda una vida, de más de 85 años. Antes, un poco de contexto…

He estado en mi ciudad natal, Alcoy, durante unos días. Ayer estuve en casa de mis abuelos comiendo como de costumbre. Sobra decir que me fascina conversar con Juana y Tomás porque los amo en primer lugar, y porque poseen tanta sabiduría, tantos años de aprendizajes, tantas lecciones de toda una vida. Ambos están cercanos a los 90 años. Ambos han soportado el peso de la guerra civil y las pérdidas que eso ha conllevado, la dictadura, analfabetismo por falta de recursos económicos en educación, el hambre, la pobreza y todos los cambios, progreso, alegría y tristeza a la que nos hemos visto expuestos en estos últimos 70 años.

Lecciones de toda una vida por Juana y Tomás

juana y tomás lecciones de toda una vida

Aprendo y maravillo tanto con los momentos que compartimos que ayer mismo, al acabar la comida, cuando empezamos a conversar de nuevo, conecté el equipo de grabación de audio y pulsé el “ON”. Esta es la conversación / entrevista improvisada con mis abuelos Juana y Tomás. Lecciones de toda una vida sobre el mundo en el que vivíamos, en el que ahora tenemos el privilegio de vivir. Lecciones de toda una vida sobre la muerte, el fracaso, el trabajo, el esfuerzo, la escasez, los principios.

Un podcast especial

Este es un episodio especial. Por ser la primera entrevista. Por los invitados de excepción. Y por recoger un testimonio así y tener otro grandísimo recuerdo y más gran experiencia junto a este auténtico, sabio, divertido y emblemático matrimonio de casi 90 años cada uno. Toda una vida juntos. Las personas que me criaron mientras mis padres trabajaban duro. Juana y Tomás, parte importante de la persona que hoy soy.

En esta ocasión no he estimado realizar un índice de contenidos. No es necesario al ser un diálogo improvisado e ir saltando entre periodos de tiempo dentro de la historia.

Nota: si eres oyente habitual, o si lo escuchas por primera vez, te animo a dejar una reseña en iTunes. De esta manera me ayudas a mí y a otros que podrían encontrarlo.

Transcripción entrevista a mis abuelos Juana y Tomás:

Lecciones de toda una vida.

Bienvenidos a Disrupt Everything Podcast Series by Isra García. Reinvéntate a ti mismo. Bienvenido o bienvenida a un nuevo episodio de esta serie de podcast con la reinvención propia, personal y profesional. Y con ello, en el mejor de los casos, esa reinvención de lo que hay a nuestro alrededor. Esa disrupción empresarial, disrupción en personas, disrupción en la forma de vivir y disrupción en la forma de trabajar.

Hoy este episodio es quizá uno de los más especiales. Seguramente, es el más especial que he grabado hasta la fecha y, muy probablemente, uno de los más intensos emotivos, emblemáticos e inolvidables que grabaré nunca. No tengo la menor duda. Y eso es por los invitados que he tenido y que tengo en esta ocasión, mis abuelos, con lecciones de toda una vida.

Esto que vas a escuchar a continuación es una entrevista improvisada, no esperada, no preparada y casi una entrevista robada. Lo llamaría más una conversación entre mis abuelos y yo. Donde hacemos un repaso y donde ellos hacen un repaso a toda su vida. Con un montón de lecciones de vida y de valores, lecciones de trabajo, de carisma, de dedicación, de esfuerzo, de sufrimiento y de superación como pocas he escuchado en mi vida. Esto es un poco lo que me ha ayudado a ser la persona que soy hoy.

En muchas ocasiones me preguntan cómo puedo trabajar tanto como puedo llegar a tanto. Creo que tengo unos buenos maestros y son mis abuelos, los cuales me han enseñado cosas como las que vas a escuchar en esta conversación en la cual llego a casa de mi abuela y, como puedes ver, no voy ni a cortar. Porque quiero que escuches hasta el primer extracto que sucede cuando mi abuela está planchando.

Entonces conecto ya, le doy a modo grabar y empieza una conversación de aproximadamente una hora con dos de las personas más importantes de mi vida. Las que más me han marcado, a las que más amo y de las cuales aprendo. Además, como podrás escuchar con las que me divierto, disfruto y maravillo cada día que estoy con ellos. No dejan de sorprenderme. Esto que viene a continuación es un audio grabado directamente en casa de mis abuelos hace unas horas.

Al finalizar la conversación si es cierto que les he dicho porque mi abuela me pregunta:  ¿esto qué es? Creo que se escucha y todo en el podcast. Le he dicho que era que era para cargar el teléfono, pero era el micro. Luego le he dicho que sepáis que os que os he grabado y hecho una especie de entrevista que voy a guardar para mí durante toda mi vida.

No solo es un podcast que comparto con vosotros, el cual creo que es uno de mis más preciados tesoros, y no por secretos ni mucho menos. Sino por el valor emocional sentimental que tiene y algo que voy a poder guardar durante toda mi vida. Que podré disfrutar escuchando el día que quiera y, posiblemente, cuando un día (que llegará) mis abuelos nos estén.

Esto es lecciones de toda una vida de Juana y Tomás, a los casi 90 años cada uno. Soy Isra García y perdona el salto que va a haber de calidad de audio o ruidos, pero he querido dejar todo expresamente como estaba. Porque he querido preservar toda la autenticidad de bailar con el momento.

Como decía, lecciones de vida de Juana y Tomás a casi a los 90 años Disrupt Everything, propúlsate y elígete a ti mismo.

ISRA: ¿Vosotros bien no? Espera que te ayudo con la plancha.

JUANA: No ya está, déjala ahí en el cuarto chico, detrás de la puerta. Ahora nos sentamos aquí.

ISRA: ¿Habéis visto alguno de vuestra familia o vais a ir a verlos?

JUANA: No ya no. Si yo hubiera podido hubiera ido para Semana Santa, para ver a mis primicos. Mi hermana, el cuñado, una prima que ha sido como una hermana, el marido…

ISRA: ¿Cuántos años tienes ya tu abuela?

JUANA: ¿Yo? Tengo 86

ISRA: ¿Y tu abuelo?

TOMÁS: 87

ISRA: ¿Y cuánto tiempo lleváis casados?

JUANA: Uhhh, ya ni me acuerdo. Bodas de plata, bodas de oro… Ya no se ni las que vendrán.

TOMÁS: Desde el 67

JUANA: Pero ya nos conocíamos antes, éramos primos segundos. Por mi padre y por su madre.

ISRA: ¿Y cómo os conocisteis?

JUANA: Pues mira, él venía de la mili y yo estaba sirviendo en Huelva. Estaba yo allí en la plaza y en la plaza siempre vienen los soldados. Vivíamos en el pueblo los dos, pero no nos conocíamos ni ná.

ISRA: ¿Y tú qué hacías en la mili, como soldado?

TOMÁS: Ya estaba licenciado, fui a África durante un tiempo.

ISRA: ¿Qué tal allí?

TOMÁS: ¿Cómo fue? Más malo que la bípeda. 

ISRA: ¿Entonces os conocisteis en el pueblo?

JUANA: Sí, y estuvimos dos años de novios. Nos casamos en el pueblo, pero nada de traje blanco ni nada. Traje negro y lo fui pagando poco a poco. Muy bonito, muy bonito.

ISRA: ¿Cómo eran las bodas? ¿Por qué trabajabais mucho no?

JUANA: Mi madre no tenía una chica, pobrecita. Éramos tres hermanas y un hermano. Y yo trabajaba en el campo y luego me fui a servir a Huelva. Tenía la cocina y la plancha en una casa de un médico. Y cuando ya estábamos casados y todo vino el médico a mi trabajo porque tuvimos un niño que se murió porque traía vueltas al cuello. En el pueblo tuvimos el primero. Cuando yo llegué al pueblo ya tenía un telegrama en casa, pero trabajé desde muy pequeña.

TOMÁS: Yo trabajé desde los 9 y a los 19 en el contrabando, entremedio de los sacos. Pasábamos el contrabando entre los carabineros. Estaba semanas andando para llevar sacos de café por la frontera. Unos 30 kilos, todas las semanas. Iba los vendía y volvía.

JUANA: Yo cuando me puse de novia con el me daba mucho miedo el contrabando, porque pensaba un día te lo cogen de una calle y ahí te lo traen esposado. Yo le decía mira si quieres seguir conmigo tienes que dejar el contrabando. Y entonces lo dejó y se puso a trabajar en el campo.

ISRA: ¿Y de la guerra os acordáis?

JUANA: ¿De la guerra? De la guerra si que me acuerdo, hubo una guerra muy grande. Pelaban a las mujeres, con un alfiler clavado nos ponían un lazo. Si yo te contara a ti las historias. Fue a la guerra gente de la familia, pero estuvieron poco tiempo.

TOMÁS: Yo tenía 6 años cuando estalló la guerra, y me acuerdo todavía lo que dijo un hijo puta. Querían matarnos a todos los niños que estábamos jugando porque decían que seríamos como nuestros padres. Decían: ¡a esta gente hay que matarla! Mi padre Tomás murió luchando con treinta y tantos.

Un día me fui con mi tío Manolico, siempre estábamos juntos, estaba en la sierra para que no lo mataran. Y allí estaba con una vaca y me la ofreció si me dices que ves a tu padre. Pero no lo dije, aunque yo lo veía todos los días, jamás dije nada.

JUANA: Aquí había una vida muy mala.  Un día vino la fuerza y mi padre había venido del campo, esta gente entró y me acuerdo que teníamos la mesa puesta con un guisado (de esos que te gustan a ti) entraron así a la fuerza y cogieron a mi padre. Diciéndole: ¡Dime dónde has visto a un rojo! Y mi padre les dijo que acababa de venir del campo, que se pasaba el día ahí, que él no había visto a nadie. Y se lo llevaron al castillo, mi hermana y yo nos fuimos detrás llorando y ¡vaya! lo dejaron salir.

Aquella noche nos fuimos todos al campo, a una finca que le llaman Santa Clara y se les dejó la puerta abierta, pero luego no tuvo que ir nunca más. Y cuando pasó la guerra nos volvimos al pueblo a casa de unos vecinos, que vivían en la calle de enfrente.

Otro día vengo de casa de mi abuela y tenían a la virgen de los Dolores vestida de guardia, ¡madre mía que mala me puse! Entró mi madre y preguntándome ¿Qué te pasa chiquilla?

ISRA: ¿Comer no comíais mucho?

JUANA: No mucho, a mi hermano le guardábamos más porque era el que más trabajaba. Comíamos sopas de harina, de bellotas, verde del campo, no de huerta sino de campo. Rallabas bellotas y hacías unas migas.

TOMÁS: El más alto de la quinta era yo y éramos 60, porque comía más.

ISRA: ¿y la gente quejándose ahora eh abuela? Que no hay trabajo… ¿Cómo os vinisteis de Huelva a Alcoy?

JUANA: No. De Aroche a Córdoba. Nos colocamos de muleros y nos acogían en los caseríos. Y del pueblo nos escribieron diciendo que un familiar había dejado unas divisiones para nosotros, yo mandé los muebles para el pueblo y nos vinimos. Yo ya estaba embarazada de los mellizos.

TOMÁS: Veníamos de Montoro sin comer, fuimos en tren.  Porque no teníamos nada, solo lo justo del viaje. Menos mal que teníamos 5 duros. Menos mal que había una chiquita en el tren que trabajaba con un abogado y me dijo ¡ahora comes tú conmigo! Ella traía un bolso con todo lo bueno, un termo de café… La muchacha nos dio para los dos. De Montoro vinimos acá que nos estaba esperando la familia. Y no teníamos carnet de identidad ni nada, si nos cogía la guardia civil nos metían presos.

JUANA: Había un familiar esperándonos y nos ofreció trabajo, Tomás enseguida se puso a trabajar en la obra.

ISRA: ¿Cuánto tiempo estuviste ahí?

TOMÁS: Uhhhh, un montón de tiempo.

ISRA: ¿Cuándo llegasteis donde os quedasteis?

JUANA: En casa de la tía mucho tiempo porque nacieron los niños y todo. Había mucho trabajo y aquí en Alcoy no se encontraba ningún sitio para alquilar. Y ahora no hay nada, no existe la vida que había.

TOMÁS: Yo cogí la casa con dos mil pesetas, trabajando.

JUANA: Y yo estuve limpiando en una casita unos cuantos años. Te voy a contar lo de la mano. Se cogió la mano en la fábrica con una máquina, cuando trabajaba tu abuelo en la fábrica textil, que estuvo 22 años.

ISRA: Si si, si yo he bajado con la abuela en autobús para darte comida porque has estado 24 horas trabajando seguidas.

JUANA: Si si, si trabajaba todos los puentes, en reyes… Él ha trabajado a mala cara, a 24 horas. Solo hacía que trabajar, a los chicos no los veía porque cuando llegaba siempre estaban dormidos.

TOMÁS: A mí por trabajar nunca me han llamado la atención. En 23 años nunca he llegado tarde a trabajar.

JUANA: Un día el tío se quedó aquí a dormir y nunca más.

ISRA: ¿Y cuándo tuvisteis a la mama y a la tata? ¿En esta casa?

JUANA: No, en la otra, en la de alquiler. Me acuerdo que se puso Gregorio muy malito porque se metió en una fuente en la fuente en la calle San Miguel. Y aquella noche venga a toser, y me golpea una vecina el tabique (Paquita) que qué me pasaba y yo ¡ay! Que tengo a mi niño muy malo y no hace nada más que toser y toser. Y me propuso ir al Ayuntamiento para llevar al niño con la ambulancia al final y cuando llegó tu abuelo le digo, pero ¿dónde has estado? Y el guarda no le había dicho nada, no le había avisado.

TOMÁS: Y en la fábrica me dijeron que no me preocupara, el jefe, que el niño por dinero no se me iba a morir. Me querían mucho, era muy trabajador.

JUANA: Y dejé a cada niño con una mujer, con conocidos y nosotros íbamos solo al hospital. Y él de la fábrica al hospital.

ISRA: Os acordáis de todo eh.

JUANA: De todo, por eso te digo yo que se quejan. Ay si cogierais la carga que hemos tenido nosotros, se quejan por faena de casa y eso no es faena.

ISRA: Yo creo que la gente no ha pasado lo que habéis pasado vosotros, no hemos pasado hambre.

JUANA: No teníamos nada, te comprabas unos zapatos y los guardabas debajo de la cama, no teníamos armarios ni nada…

ISRA: Pasa hambre porque no ha pasado ninguna guerra, porque no te has visto en situaciones realmente difíciles. Lo difícil es no encuentro un trabajo, luego ya no sé qué estudiar acabó la universidad y ahora qué hago. Son problemas menores. Pero bueno, vosotros viviendo en la pobreza habéis levantado una familia, cuatro hijos, una casa, los nietos, los bisnietos que seguro que llegaréis.

JUANA: Luego ya fuimos respirando, la casa todavía era de alquiler, pero iba mejor.

TOMÁS: El primer día que yo compré la tele, todos en el suelo para verla. Y mandé al hombre a que la trajera.

JUANA: Llegó el hombre y me dijo: la tele. Y yo ¿la tele? Si yo no sé nada y mi marido no me ha dicho nada. Estará equivocado, pero claro tu abuelo lo quería hacer en secreto para darnos una sorpresa. Y le dije cuando salió de trabajar como has tenido el valor de traer esto tan bonito a semejante casa (risas). Los niños ya no salían de casa, del colegio se venían. Los vecinos del segundo también, todos se venían. Pero nada se nos quemó.

Había acabado la fiesta de San Jorge y aproveché para ir un momento a la carnicería. Y se levanta tu madre y dice ¡yo me quedo aquí! Y yo le dije «no, no, te bajas abajo con tu hermano». Y menos mal, porque había prendido todo. Mando a tu madre con la vecina de abajo y digo ¡ay señora que a mi madre le ha salido ardiendo la cocina y mi padre trabaja en la fábrica se llama Tomás que venga que mi madre está asustada con mis dos hermanos! Y a los días, entre Kiko y ella me pintaron todo el techo.

ISRA: ¿Qué te parece la juventud de hoy en día?

JUANA: Que viven al día, viven a lo nuevo. Ahora no te puedes fiar, pero te digo una cosa lleva la gente razón en esto de disfrutar porque vas ahí a la avenida y siempre hay gente, no miran un euro. Lo que pasa es que ahora no te puedes fiar de nadie, antes sí. A tus tíos los mandaban a limpiar almacenes y un día se encontraron mil pesetas y les dije «id y dádselos a Don Andrés» y se quedó agradecido con nuestros hijos.

ISRA: Bueno, pero ahora estáis bien, acuérdate que con 60 años estabas subiendo y bajando bancales.

JUANA: Arreglábamos, vendíamos café, cerezas… Hemos hecho de todo.

ISRA: ¿Tu qué crees lo más importante en esta vida abuela?

JUANA: Os tengo a vosotros, la familia, mis hijas, tu abuelo, vosotros… (besos)

TOMÁS: Lo mismo que ella y trabajar, a mí no me ha faltado nunca trabajo. La honra.

ISRA: Yo me he criado con vosotros y mucho de lo que he aprendido lo he aprendido de vosotros dos. El abuelo me decía: trabaja, se honrado y honesto y siempre con la cabeza alta sin hacer nada malo. No tomes nunca nada que no sea tuyo. Pero bueno mirad, duro, pero ha valido la pena ¿no?

Por eso, la mayoría de veces quién eres es por lo que te han educado. Se puede cambiar, abuela. Se puede mejorar. Pero las raíces, los valores. Porque esto que estamos hablando son principios, son valores y son cosas que tú te llevas y que te van a servir para toda la vida. Si eso no lo tienes no tienen nada. Vas a ser un perdido o una pérdida, hay que enseñarlo no se deben perder. Hay que rescatarlos.

JUANA: Eso viene por enseñarlo.

ISRA: Si te acuerdas cuando venías a recogerme al colegio porque querían pegarme. Pero nos habéis enseñado muy bien y hemos aprendido mucho. Bueno mañana vengo a comer a las albóndigas. Gracias por esta conversación. Disfruto mucho, sois de las pocas personas que me hacen reír. Porque no sonrío mucho, no por nada. Un beso a los dos que me voy a ir.

Lecciones de toda una vida, por mis abuelos Juana Romero y Tomás Fernández.


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