Con el tiempo, observando, trabajando, esforzándome, y teniendo mucho cuidado conmigo mismo, he aprendido a vivir con una mujer sin que ninguno de los dos salga por la ventana como un kamikaze. Creo.
Cuando digo mucho cuidado conmigo mismo, me refiero al tipo de vida que llevo, es peligros. Exacto, llevar una vida tan plena, realizadora y trepidante puede sonar como algo magnífico, para mi lo es, cada día. Sin embargo, cuando estás con una persona que amas, si decides estar con esa persona, no puedes dedicarte a llevar tu vida como si nada, sin más, es tu responsabilidad y por supuesto debes desear encontrar la resonancia entre las dos vidas. De lo contrario mejor haz tu camino.
Esto no quiere decir tomar como base tu vida para encontrar ese alineamiento, no, tampoco la de la otra persona, sino llegar a una intersección donde una parte y la otra conecten. Puede empezar desde un trabajo, una forma de interpretar la vida, el deporte, un hobby o incluso una suma de todo ello y más.
He estado ahí muchas veces, unas la he fastidiado imponiendo – inconscientemente – mi estilo de vida y otras lo he hecho un poco mejor. He aprendido de ello y he mejorado. Seguro que tú también los has experimentado.
Vivir con una persona que amas, no es fácil, eso lo sabemos todo. Pequeñas – o grandes – excentricidades, manías, perfeccionismo, caos, desorden, orden extremo, diferentes estilos de vida, horarios cambiados, trabajar en casa, en la oficina, el espacio para comer, la TV. La etapa emocional, personal o profesional en la que se encuentra cada una de las personas, tu percepción de una relación vs las expectativas de la otra persona de esa relación. Hay tantos factores que inciden de manera determinante.
Eso es exactamente lo que hace tan insanamente desconcertante vivir con la persona que amas, aún así, no puedes evitar desearlo, es apetecible.
Photo credit: John Klaver.