La libertad de aceptar quién eres, sin disculpas ni excusas

Vivimos en una cultura que ser enorgullece a si misma en su lucha por la libertad. Alardeamos de que es uno de nuestros más altos valores. Tanto que entramos en otros países para que también valoren la libertad. Damos lecciones sobre cómo encontrar la libertad.

Nuestras acciones y actitudes como sociedad cuentan una historia bastante distante a lo que predicamos. Hay muchos indicadores, obvios y sustanciales, que demuestran que no andamos sobre el mismo discurso que promulgamos. Sobre todo en cuanto a la libertad se refiere. Todo esto sin entrar en guerras, derechos, políticas, despatarrados, que baño utilizar, derechos igualitarios para cualquier género, raza y ciudadanos, etc. No son temas en los que se necesite elaborar mucho más de lo que ya hay expuesto.

Lo que sí es menos obvio, es la forma sutil en la que esta sociedad minimiza la libertad en el campo emocional. Estamos rodeados en una cultura incómoda con las emociones: con sentirlas, con expresarlas, con reconocerlas. De forma más precisa, nuestra cultura no logra aceptar (porque no comprende) las emociones «menos atractivas»: miedo, tristeza, ansiedad, resentimiento, lástima, ira o imperfección, entre otras.

La persecución de la felicidad es un principio elemental de nuestra sociedad. Si no vas detrás de la felicidad, debes tener problemas.

Vivir el momento es la tendencia de la publicidad. Si no estás en una terraza viviendo el presente. Algo estás haciendo mal.

Mostrar alegría es lo que se espera de ti. De lo contrario, si muestras vulnerabilidad, te rechazaremos.

Sanción cultural: ser brutalmente honesto

Para promover la búsqueda de la felicidad, la libertad, vivir el presente y hacerlo alegre, nuestra cultura sanciona cualquier forma de escape emocional.

Otras formas de escapar:

  • Refugiarte en el trabajo.
  • Aislarte en una montaña.
  • Volverte un adicto a la gratificación instantánea de las redes sociales.
  • Auto-proclamarte una persona ocupada.
  • Sobre-entrenar.
  • Leer 1 libro al día.
  • Escuchar 5 podcasts y/o leer 30 artículos al día.
  • Invertir más tiempo en Internet.
  • Ir de compras.
  • Comprobar tu bandeja de correo electrónico más de 15 veces al día.

Para ser un poco más claro, ninguna de las cosas que hay en la lista son buenas o malas. Depende el uso que le des.

Crear momentos de entretenimiento y distracción es saludable. Hasta cierto punto. El problema aparece cuando pasamos a preocuparnos de que podríamos utilizar un smartphone o Facebook / Instagram para escapar de la realidad.

He vivido esto de cerca en uno de mis últimos experimentos, acabo de estar 113 días aislado de las redes sociales. Hoy en el segundo día de estar «conectado», me pregunto a mí mismo si merece la pena volver. Al segundo día. Aún cuando estoy al 20% del rendimiento y dedicación al que solía estar antes del experimento. Fue el mismo motivo que me llevó al experimento de vivir sin smartphone por ocho meses.

Escapar no significa libertad

Cuando escapamos de algo, tampoco somos libres. Nos engañamos pensando que somos libres. Un prisionero que escapa de una cárcel acaba durmiendo con un ojo abierto, siempre alerta. Preguntándose cuándo será capturado de nuevo.

Escapar de la realidad a través de las redes sociales o derivados, solo nos evade de las paredes que podemos ver; no nos hace libres. Sabemos, dentro de nosotros, en algún sitio, que llegará el momento en el que nuevas emociones emerjan.

Social media o el email no son los enemigos, el enemigo está dentro de nosotros.

Aprende a bailar con el instante

Enseñarte a bailar con lo que llegue a ti puede ser incómodo, al principio. Rechaza ser la persona que comparte sus más grandes miedos, pero rechaza también ser la que comparte sus más grandes éxitos. O por otro lado, comparte tus más grandes alegrías y también tus más grandes tristezas. Ser coherente con quien eres y lo que eres te hará libre. Ver las cosas como son te ayudará a ser libre.

Durante el experimento he aprendido a no ser más, pero tampoco a ser menos. He aprendido a ser lo que soy. He aprendido a ver las cosas como son. También he descubierto que las cosas no son ni buenas ni malas, solo son. Para bien y para mal, en perspectiva.

He aprendido cómo sentarme con mis sentimientos y frustraciones y conversar juntos. Aburrimiento, ansiedad, exuberancia, disfrute, plenitud, ira, resentimiento, indignación. Amor, soledad, duda, miedo, confianza, elación, insatisfacción. Esto ya valió los 113 días de experimento. Cuánto valor y realización y cuanto dolor al mismo tiempo.

Presumía de estar a gusto conmigo mismo, qué equivocado estaba. Ahora estoy empezando a saber qué es lo que estar conmigo mismo. Destapando, desatando y aceptando todas las partes de mi ser.

Encontrar la libertad

Tan pronto como aprendes a aceptar, estar y ser, empiezas a sentir ligereza. Entonces empiezas a desenmascarar la libertad. Encontrar la libertad de aceptar y expresar quién eres. Encontrar la libertad de fluir y dejar marchar expectativas, deseos y exigencias.

encontrar la libertad

Entonces, solo entonces, las piezas del autodominio empiezan a encajar. En ese instante comprendes que:

  • Solo puedes encontrar la libertad si intentas dejar de escapar.
  • Libre es ser tu mismo/a.

No el tú hijo, amigo, pareja, profesional del marketing, consultor o nieto o cualquiera que sea la etiqueta que el mundo quiere que lleves. No tú como una marca, avatar o arquetipo. Y no unas iniciales que intentan categorizar.

El tú que está debajo de todas esas capas tan superficiales. El tú auténtico, el tú real. El humano de verdad. Amable, cariñoso. Impetuoso. Salvaje. Cabezón. Ultradisciplinado. Sobrepensador. Instintivo. Indocumentado. Ignorante. Simple. Sencillo. Implacable. Incansable. Obsesionado. Emocional. Arriesgado. Inconscientemente consciente. Preguntador. Incómodo. Vulnerable. Abierto de mente. Disruptivo. Incrédulo. Estridente. Quieto. Analista. Sobreexigente. Apartado. Solitario. Dudoso. Inseguro. Autocínico. Deliberado. Soy todas estas cosas y más.

Cuando dejas de escapar aprendes a crear espacio para todo esto. Incluso para partes de ti mismo que están en conflicto con otras partes. Sin embargo, cuando aceptas que eres en tu totalidad, deja de haber cualquier conflicto interno.

Para mí, esta es la libertad definitiva: aceptar quien eres, sin disculpas o excusas.

Lucha primero por esta libertad.

Atribución imagen: María Eugenia.

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