No siento miedo a pedir al destino lo mejor, ni a que va a pasar mañana, tampoco si a lo que me dedico deja de funcionar, menos si lo que hago no convence a los cínicos o críticos, ni tampoco a lo que piensen de mi.
No tengo temor a que mis conferencia dejen de dar resultados, ser impactantes, o no cree cambio. No tengo miedo a perder mi trabajo, a no conseguir nuevos proyectos o simplemente a no tener éxito en los negocios. No, no tengo temor a no generar nuevas oportunidades de negocio.
No tengo temor a vivir sin mapa, a dibujarlo diariamente y a arriesgar todo lo que tengo.
No tengo temor a dar un paso al frente y colocarme en la línea de fuego, no tengo temor a sufrir o hacer el mayor esfuerzo de mi vida. No, no tengo temor a dar el 100% siempre, en cada cosa que emprenda. No tengo temor a ser vulnerable y a mostrarme tal cual soy. No tengo temor a pedir ayuda, ni a mostrar mis debilidades… Porque de mis debilidades vienen mis mayores fortalezas.
No tengo miedo a decir que no, a mostrar rechazo o resignación, no tengo temor a la frustración, al desengaño o la desilusión. No tengo temor a mostrar mi ignorancia ni a pedir perdón.
No tengo ningún miedo al status quo. Tampoco a la crisis que estamos viviendo.
No tengo temor a la muerte. No tengo temor de lo que venga después, porque somos seres ilimitados e infinitos y todo lo que viene suma, no resta. Todo es un aprendizaje, siempre.
A lo que si tengo miedo, mucho temor, es a que la gente de mi alrededor y las personas que quiero sufran. Eso me produce un pánico paralizador tan sólo con pensarlo. Quisiera que todos estuvieran siempre a salvo.
Photo credit: Hugh Mcleod.