- “Eres un crack”
- “No, tu si que eres un crack”
- “Insisto, aquí el crack eres tú”.
- “Los dos somos cracks y arreglado”.
- “Este post es brutal”.
- “Este también”.
- “Y este”.
- “Vaya, este también”.
- “Anda, y este”.
- “Creo que todos lo son, para que marearnos más”.
- “El mejor speaker que he visto jamás”.
- “El vídeo más increíble que he visto jamás”.
- “El gol más espectacular que nadie ha marcado”.
- “El libro más impactante que he leído en mi vida”.
- “Eres mi maestro”.
- “Mi mentor”
- “Me enseñas tanto y aprendo tanto”.
- “No, te equivocas, aprendo de ti (aunque ni siquiera sepa como te llamas)”.
- “Quiero seguir tus pasos”.
- “Y yo los tuyos”
- “Es imposible que yo aparezca en un tweet al lado tuyo”.
- “Eso mismo pensé yo, no todo los días se está al lado de gente tan grandiosa”.
- “¿Bromeas? Para mi es un honor, sólo con estar en este tweet acabo de subir a lo alto de la pirámide de Maslow”.
- “Que auto-realizador es twitter”.
Magnífico, es posible. Ahora ¿Qué sucede cuando algo de lo dicho arriba es realmente verdad? ¿Cómo expresarlo cuando ya has utilizado todos los adjetivos extremos y las combinaciones de adulaciones que había en tu caudal léxico?
Luego te preguntas por qué nadie te hace caso. Demasiada exaltación y exageración y «buen rollo» cuando incluso es tan sólo una ilusión o una apariencia – no confundir con optimismo y positivismo.
Nada de lo que hacemos es encantador ni es brutal por si sólo.
Photo credit: Abbie Schellberg.