La palabra hack tiene una historia relativamente corta.
La primera vez que esta palabra fue usada, más allá de una carnicería, fue en 1955, por el MIT en Model Railroad Club. El término hack fue utilizado para encontrar una solución inusual para solucionar un problema complejo. Y eso es lo que ha significado durante mucho tiempo.
Ejemplo: robar un coche es una ofensa ilegal. En cambio, tomar un coche de la Policía de Londres, desarmarlo, volver a armarlo desde cero y colocar un maniquí de un oficial de policía de Londres con una caja de donuts al lado en el asiento del acompañante. Eso es un hack.
Mejora incremental, para bien o para mal
En el transcurso de las siguiente décadas, la palabra hack se convirtió en un sinónimo de enfoques inteligentes a problemas tecnológicos complejos, relacionados con ordenadores. Lo cual ahora se llama White Hat hacking. Una práctica común que todavía prevalece en Silicon Valley. Sin embargo, en el precio, también apareció el Black Hat Hacking. Una práctica que hemos visto en las elecciones presidenciales de Estados unidos en 2016 cuando los rusos hackearon el email de Hillary Clinton.
Es decir, Black Hat Hacking es una práctica malevolente, un intento de apropiarse de activos digitales como el correo electrónico u otros documentos confidenciales. Limpiar discos duros al completo, o causar la destrucción de archivos o incluso dispositivos como ordenadores. Algo claramente malicioso.
Ahora que sabemos un poco más sobre la historia de la palabra hack, vayamos a lo que importa… White Hat hacking aplicado en las personas. Y la pregunta es… ¿Cómo podemos hacer hack en nuestros cerebros, en nuestro físico, en nuestro espíritu? La respuesta es que definitivamente no va a ser un hack como el utilizado para hackear un ordenador, sino hacerlo mejoras incrementales que alteran nuestro estado mental, físico, emocional o espiritual. Mejoras que modifiquen cómo procesamos información y percibimos los inputs que llegan a nosotros, desde los usuales hasta los nuevos.
Hack a cuerpo, mente y alma
Hay hacks para el cerebro como los potenciadores cognitivos, más científicos y técnicos. Otros más naturales como la meditación, la inteligencia cristalizada o la petición subconsciente. Existe también la reprogramación subconsciente y la técnica de abrazar la complejidad. Hasta el trabajo psicoterapéutico es un gran hack. Estos hacks ejercen efecto sobre emociones, intelecto y espíritu.
Hay hacks para el cuerpo y el bienestar como la macrobiótica o la alimentación paleo. Otros más físicos como el descanso en altura o camas hiperbáricas. Incluso terapias como Shiatsu, Cupping o la Hirudoterapia. Hay estados como la Cetosis o la Neurofagia definitivamente considerados como grandes hacks. Estas “mejoras” o “alteraciones” impactan sobre la salud física, las emociones (salud mental), el espíritu y lo intelectual.
También hay hacks para el alma. Hacks profundos como un retiro Vipassana (y la propia técnica de meditación en sí), el eo5-DMT, la ayahuasca. La soledad, el aislamiento y la pausa consciente son otros hacks menos “directos” (o agresivos).
Ahora que tenemos la oportunidad de mejorar en lo que sea, ¿cuánto más vas a esperar para implantar esos hacks que te ayuden a conseguirlo?
Atribución imagen: Carolina Odman.