Hay dos economías contrapuestas en marcha al mismo tiempo. La economía sin alma y la economía disruptiva.
La economía desalmada
Una parece que muere, pero nunca llega a morir, lleva años y años en el lecho de muerte. Es la economía desalmada e industrializada, la que vivieron nuestros abuelos y padres, la que ha creado mucho de lo que ahora estamos pagando tan caro. Educación mediocre, sociedad sin valores, trabajo reemplazable, cultura perezosa y sistema automatizado. Nada divertido. Algo que parecía que no duraría para siempre, pero míralo, aquí sigues, quejándote por el cambio al que nadie supo prepararte.
No es de extrañar que esta economía siga viva, todavía más del 80% de las personas seguimos alimentándola. Presiento que nunca la dejaremos atrás, junto a las crisis, dolor, indecisión y obsolescencia que viene con esta economía industrializada. Seguimos premiando precio, masivo, intermediarios, comisionistas, producción y distribución, cuando ninguno de estos son ya activos de esta era.
Algo así como, compramos a las marcas que los anuncios publicidad. Contratamos a gente que no cuestiona. No queremos artistas ni genios. El trabajo de clase media es el rey.
La economía disruptiva
La otra economía es distinta, es la economía disruptiva. Creada por individuales y organizaciones auténticos, atrevidos, apasionados e insolentes. Una economía imperfecta, pero bella. Donde cualquier puede persona tiene el derecho inalienable de elegirse a si mismo. Cualquiera puede educarse, desarrollarse e impulsarse a si mismo. Economía que potencia el liderazgo compartido y el esfuerzo de agentes del cambio que se unen para crear causas, productos, servicios o ideas que causan impactos positivos.
Ahora comprar un producto más barato y mejor diseñado es algo accesible para cualquiera, en cualquier sitio. El mercado de cosas normales es más normal que nunca, no es atractivo. En cambio, hay opciones más allá.
La economía disruptiva no recompensa el trabajo normalizado, esto ya está siendo hecho. La mayoría subcontratado y la otra parte está siendo automatizado o eliminado. Ya nadie paga extra por la productividad, sino por la humanidad. Como los clientes ahora tienen más alternativas que nunca en la historia, es difícil engañarles con el marketing masivo y mentiroso de la economía desalmada.
Ya no hay lugar para empresas que ofrecen trabajo para clase media. Fuera.
Buscamos imperfección
Producir más y mejor no es la solución. Estimular grandes empresas para producir más puestos de trabajo tampoco es el problema. Quejas en la puerta del Ministerio no va arreglar nada. La frustración descontrolada de personas que pierden los papeles ante profesionales que no tienen poder de decisión, no es la solución.
Cada revolución destroza lo viejo antes de que sea convertido en beneficio por ser algo nuevo.
La economía disruptiva está creando inmensos beneficios, oportunidades significantes y mucho cambio. Lo que sí no está propulsando son a esos millones de personas dispuestas a seguir un manual, morir por un contrato fijo. Gente perezosa y resistente al cambio que no quiere pensar.
Rápido, excelente, vulnerable, adaptable, ingenioso y perspicaz es lo que la economía disruptiva defiende e impulsa.
La triste ironía es que todo lo que estamos haciendo va en pro de la primera economía: más obediencia, más conformidad, más barato, más mediocre y más excusado. Este pro es un gran contra a favor de la economía que más necesitamos, la segunda.
Photo credit: Tom Blackwell.