En la mayoría de las ocasiones, creamos nuestros proyectos y empresas y nuestras vidas, alrededor de la idea que mañana será como hoy pero mejor (o peor). Resiliencia – la habilidad de adaptarse y responder al cambio, no es una prioridad en nuestras vidas. Algo que pagaremos caro un tiempo después.
Y aun así…
Un mundo disruptivo se va a volver más disruptivo.
La economía que conocíamos está mutando a una nueva en la que desconocemos cómo operar.
Los trabajos cambian más rápido que nuestra capacidad de adaptación.
Los mercados financieros serán más volátiles mañana.
Las oportunidades de hoy será más complejas mañana.
La mente que hoy golpea duro, mañana golpeará con más contundencia todavía.
El planeta se está calentando más rápido que nunca.
Cada vez son más los gurús salvavidas que aparecen en los anuncios de youtube.
El ratio e impacto comercial de los desastres naturales está experimentando un crecimiento exponencial.
Por lo tanto la necesidad de adquirir la habilidad núcleo llamada resiliencia. Es decir, sobrevivir y sobresalir en el medio del cambio – y del caos.
Un negocio no resiliente cerró durante meses porque los arquitectos fallaron diseñar qué sucedía si había una inundación. Una carrera profesional como agente de seguros acaba cuando los clientes ya no necesitan seguro. Se cancela toda una jubilación solo porque los activos del banco no valen lo que valían.
La mejor elección posible aquí está en crear algo que sea semi-perfecto para hoy. O por otro lado, crear algo que perdure en el tiempo. ¿Por qué? Porque casi-perfecto para hoy ya no significa que será perfecto para siempre.
Estos son los cuatro enfoques hacia la resiliencia, en orden ascendente, desde valiente a estúpido:
- No lo
necesito . - Invierte en
contactos . - Crea planes de escape.
- Construye un bunker.
No necesitar
Este es el atajo para vivir en tiempos disruptivos e impredecibles. Si no tienes una oficina, no se inundará. Si tienes trece clientes, perder uno no te llevará a desaparecer. O si tu nivel de vida es bajo, estarás menos expuesto a perder los ingresos. Si no hay escaleras en tu casa, una cadera rota no significará que tengas que moverte. Tratar de eliminar las dependencias que hay en tu vida es la mejor forma de prepararte para el cambio.
Invertir en una red de contactos
Es más fácil sobrevivir a perder lo que perdiste, cuando tu vecino puede prestarte lo que necesitas. Las ciudades y pueblos y comunidades que resisten el cambio inesperado, son aquellas con vecindarios comprometidos, conectados y humanos que encuentra la forma en la que combinar recursos y personas, potenciados por la generosidad mutua. Y sí, la palabra es «invertir», porque esta nueva era se propulsa a través ser generosos, no por la necesidad.
El plan de escape
No solo de tus documentos, datos e información (que supongo que la tendrás en dos o tres sitios diferentes ¿cierto?), sino cualquier cosa que sea esencial en tu existencia. Un amigo con alergia, dejó en tu casa medicamentos, por si acaso – el coste de comprar un segundo producto es bajo comparado con el coste de no tenerlo cuando lo necesites.
Construye un refugio
Este es el absurdo, el costoso, el último recurso. Construir un bunker es la mentalidad de algunos hipocondríacos, con castillos aislados que están llenos de bienes para sobrevivir cualquier catástrofe. Excepto, por supuesto, que no están preparados. Porque no pueden pensar en todo. Nadie puede.
La resiliencia es el salvavidas
Estamos tentados a apartarnos del cambio construyendo un retiro conceptual o físico alrededor de la idea de nuestro futuro. Es mejor, creo, darte cuenta de la volatilidad de este nuevo «normal».
Colocar todos tus huevos en un mismo canasto y cuidarlo con mucho cariño y atención no es tan efectivo como las otras alternativas. No cuando el mundo es un lugar más disruptivo, desconcertante, alocado e impredecible que nunca antes en la historia.
Más resiliencia, todo el tiempo posible.
Atribución imagen: World Fish.