Contratas a personas que piensan poco por sí mismas, así es más fácil que acaben siguiendo tus órdenes sin cuestionar nada más. Una forma de mediocrizar que a diario practicamos.
Construyes un equipo con profesionales que no poseen una gran confianza en sí mismos, de esa manera puedes manipularlos fácilmente.
Formas un comité alrededor de colegas que no solo te respetan, sino que tienen miedo a tus reprimendas. De esa forma puedes gobernar y controlar a tu antojo.
Creas una agencia con personas que están menos preparadas que tú. Eso es lo que te ayuda a sentirte mejor, mientras puedes cohibir sus sueños y hacerlos tuyos.
Si quieres contar con alguien que haga algo sin preguntar apenas, que obedezcan y no busquen nuevas soluciones, si trabajar con personas que solo piensan cuando les dices que es lo que hay que hacer. Bueno, solo tienes que buscar a cualquier estudiante de primaria, secundaria o universitario. Personas educadas a no quererse lo suficiente.
Mediocrizar es una acción cotidiana
Cuando ayudamos a desarrollar personas con baja autoestima, estamos educándoles a ser fácilmente dominables. Es simple abusar de ellos, es fácil deformarlos y mediocrizarlos.
En cambio, si quieres llevar tu juego a otro nivel y crear una organización, negocio o causa sostenidas por personas que lo cambien todo. La primera cosa que necesitarás es alguien que no haya sido convencido que no puede hacer algo excepcional.
Un profesor podría encontrar más facilidad en enseñar a que sus alumnos obedezcan primero y luego piensen, es decir, en mediocrizar. Sin embargo, ¿es ese el tipo de valor que buscamos o del que huimos?
Las industrias, instituciones o gobiernos que necesitan subyugar a mujeres o demostrar poder sobre una clase de persona. Están siempre en búsqueda de personas que pueden minimizar. Nuestra responsabilidad, entonces, es descubrir personas que podamos empujar, incitar y motivar. Y hacerlo hasta que sean tan impacientes e intolerantes con la mediocridad como nosotros lo somos.
La paradoja es que las personas que son más fácilmente categorizables y controlables, son las últimas personas con las que nos gustaría trabajar.
Photo credit: Jim Simonson.