Hagamos un ejercicio interesante sobre el miedo al rechazo, que hice ayer por primera vez:
El miedo al rechazo ¿es real o es una historia que te cuentas para creerte que eres rechazado? ¿Por qué te cuentas esa historia? ¿Cómo te sientes cuando te la cuentas? ¿Qué sería lo opuesto al miedo al rechazo y que podrías hacer para recordártelo inmediatamente cuando ese pensamiento aparezca?
La culpa ¿es un hecho o es una creencia que nace de la nada y se apodera de tu mente y de tus emociones? ¿Por qué te cuentas la historia del culpable? ¿Qué es el culpable y de qué? ¿Qué pasaría si la culpa no existiera?
El dolor ¿es externo o interno? ¿te lo causas tú o te lo causan otros? ¿Por qué sucede ese dolor y cómo serías capaz de aliviarlo sin tener que huir de él? ¿Cuánto duele, dónde duele y cuándo?
El sufrimiento, ¿es algo que sientes o piensas? ¿Por qué sufres? ¿Depende de ti o de otros? ¿Qué haces para no sufrir? ¿Y para sufrir?
Ayer me ayudaron a ver que el sentimiento de rechazo es solo un pensamiento que tenemos sobre lo que percibimos como rechazo. Si no piensas que es rechazo, no lo es. Lo mismo aplica a la culpa, al dolor, al sufrimiento, miedo, incertidumbre o frustración.
Adiestrar tu mente para cambiar tu percepción sobre lo que crees que te hace daño requiere entrenamiento, y esa práctica empieza por formular las preguntas que te ayuden a diseccionarlo y aterrizar de forma tangible de donde viene ese pensamiento o sensación que tanto te perjudica. Cuando te detienes y deconstruyes el proceso del maltrato emocional, es entonces cuando te das cuenta que no tiene sentido en absoluto, pero para eso hay que parar y añadir consciencia a la estructura.
El trabajo para ambos está ahí, en las preguntas incómodas sobre lo incómodo que experimentas.
Como ayer dijo Woody, un gran tipo que he conocido aquí en Tulum, “vayamos donde está la incomodidad, porque ahí está la verdadera comodidad”.
El miedo al rechazo, la culpa o la indignidad es tan solo algo que te cuentas y te crees.
Photo credit: Christian Bucad.