Hoy se cumplen 279 días practicando Tai Chi por un lado y Qi Gong por el otro. Entrenando durante unos 20 minutos en cada una, a diario, 7 días a la semana. He practicado casi todos los días desde que decidí practicar, excepto en alguna excepción.
Empecé antes de la cuarentena, en febrero, en ese momento hice un pacto conmigo mismo. El compromiso fue decidir si era para mí o no, cuando llegara a los 100 días de práctica. Hasta entonces no dejaría espacio para pensar, sentir, juzgar o esperar. Solo practicaría y entrenaría cada día sin valorar la experiencia, los movimientos, la fluidez, el bienestar o la evolución.
Entonces, cuando llegué a los 100 días me dije: “¿Para qué evaluarme? Es demasiado pronto, mejor juzga el resultado a los 200 días. Por eso sigue y disfruta de practicar y ya”
Al llegar al día 200, ni siquiera pensé en valorar cuál había sido el proceso, pero sí pensé esto: “creo que llegar a 365 días seguidos practicando como un cinturón blanco sería una buena forma de medir el progreso realizado”.
Cuando llegue, si llego, creo que volveré a engañarme a mí mismo. Porque me he dado cuenta de que no necesito sentir, pensar, ni siquiera querer, o decidir, para hacerlo, solo necesito hacerlo aislando todo lo que hace que pueda detenerme.
Practicando y entrenando para siempre
Ese es el significado de ser una persona imparable, conseguir entrenar la capacidad de crear un vacío inexistente entre estímulo y reacción, entre esfuerzo y recompensa, entre bien y mal, entre mejor y peor, entre dentro y fuera.
Y es aquí cuando me doy cuenta de que no tengo ni razón, ni propósito, ni meta a la que llegar, porque ya estoy ahí. Es por es eso que voy a seguir entrenando, practicando, intentando y experimentando como si cada día fuera día 0, porque en realidad lo es.
Nos vemos en el paraíso, o en el infierno, qué más da.
Pd. Y aquí te cuento lo que he aprendido en mi segunda visita al Templo Shaolin practicando este tipo de artes.