Culparte, insultarte, infravalorarte, auto-sabotearte, mentirte o derribarte. Eso es. todavía no te has machacado lo suficiente. ¿No te das cuenta? Protégete. Poténciate. Recompense. Más.
Perdónate por darte cuenta de que no eres tan bueno como pareces.
Indúltate por no haber hecho lo que sabías que debías hacer.
Despreocúpate por haber causado una impresión diferente a la que los demás invitados esperaban de ti.
Exímete de las brutal responsabilidad que «yo nunca fallo» lleva de la mano.
Desmárcate de ser el profesional influyente que es admirado por el número de ceros que posee en sus plataformas sociales.
Discúlpate a ti mismo por no estar siempre a la cabeza, incluso no estar ni algunas veces. O muy pocas. Discúlpate y protégete de fallar en exámenes, decepcionar a tu madre. O no ser la pareja que la otra parte esperaba.
Huye de las comparaciones.
Excúlpate cuando tu ego te gane la batalla y tú seas consciente.
Aléjate del resultado del trabajo que no te pertenece.
Protégete por favor
Casi en la mayoría de las ocasiones somos demasiado duros con nosotros mismos. Nuestro peor enemigo no vive ahí fuera, sino en nuestro interior. Somos la razón de lo mejor y de lo peor. Aquello que no ves es aquello que más daño causa, nosotros a nosotros mismos.
El cambio empieza por permitirte ser cada día un poco más simple e ignorante. Cada vez que te veas a ti mismo castigándote por cualquier cosa (usualmente entre 2 y 7 cosas al día), recompensare inmediatamente por otras (oscilando entre 25 y 37 cosas)
Ese es el factor que destroza la balanza. Somos mejores de lo que pensamos que somos, por estadística y logros. Solo que una parte de la mente nos engaña para que no lo veamos. ¿Hasta cuando seguirás castigándote?
Protégete de ti mismo.
Poto credit: Juan Ramón Martos.