Soy consciente de que la palabra disrupción se ha deslizado suavemente a través de toda la cultura startup de nuestro país, siendo pretendida por empresas puramente convencionales. Es una palabra que te ayuda a creer que un equipo o pequeño negocio será capaz de marcar la diferencia al entrar en una industria. También nos han hecho creer que la disrupción va sobre solucionar viejos problemas de formas nuevas y creativas. Lo cual significa permanecer con un tipo de burocracia que minimiza los esfuerzos humanitarios. Ser disruptivo no es lo que pensamos que es.
La palabra entonces empezó a ser atractiva para inversores y también empleados.
No hay tanta disrupción como nos hacen creer
Como tan a menudo sucede, la promesa de la disrupción podría haber sido sobrestimada allá donde hay dinero que puede ser hecho. Hay estudios que han cuestionado la premisa central de la teoría innovación disruptiva de Christensen. La teoría de que los “outsiders” podrían producir soluciones baratas y económicas que podrían desplazar a los líderes del mercado existentes. ¿Se puede realmente cambiar el orden de las cosas desde abajo del todo? ¿Se pueden proporcionar productos mejorados significativamente, o simplemente nos convertimos e el nuevo status quo?
Las señales apuntan al status quo. En muy citado estudio, se descubrió que solo un 9% de los 77 ejemplos de Christensen siguió realmente el modelo. En la mayoría de las ocasiones, la marcha de la innovación continúa como algo normal.
No hay duda de que hay empresas y personas disruptivas, organizaciones e individuos que está cambiando el juego. Miki Agarwal, CEO de THINX es un buen ejemplo de ser disruptivo.
Una propuesta útil para ser disruptivo
Ian Bogost, profesor en Georgia Tech dijo: “la gran diferencia entre la innovación disruptiva y ser disruptivos, es que la primera definición está centrada en algún tipo de mejora para un producto, servicio o comunidad. Mientras que la segunda definición es ver primero que puedes desmantelar para entonces crear”. Pienso que además podría haber una segunda definición para ser disruptivos, y es encontrar y hacer uso de mecanismos poco convencionales que pocas personas o empresas estén dispuestos a utilizar.
Hoy no puedes crear un producto o servicio diferente o mejor… e incluso cuando tratas de “desmantelarlo” (o destrozarlo), lo que haces en realidad es recrear el mismo resultado. En cambio, la segunda definición de ser disruptivos es aplicable, es cruzar lo que sabes con lo que desconoces, es intentar diferente, es probar cosas ridículas y absurdas. Es hacer aquello que podría no funcionar.
Quién es el disruptor
Como muchas de las palabras tendencia (buzzwords) tiene varios significados. Ser disruptivo puede referirse a ese niño inquieto que pone la clase boca abajo. Puede ser esa persona que no sabes etiquetar o categorizar porque siempre trae una solución nueva a la mesa, o muestra un comportamiento insólito que no conocías. Puede ser un negocio que siempre sorprende a sus clientes de formas inesperadas y originales. Incluso es viable que sea el tipo de emprendedor o emprendedora que crea una startup, proyecto o experimento tras otro, sin mucho miedo a lo que le depare el futuro.
Quien me conoce, a pesar de que me identifique con la palabra disruptivo, sabe que no me gusta usarla en absoluto. Ya que no es necesario, porque lo que dice sí eres capaz de reinventar las cosas no son tus palabras, título profesional o artículos como este. Sino el resultado de lo que a diario eres capaz de crear, destruir y aplicar.
Puedes llevar o no una vida disruptiva, puedes ser o no un negocio disruptivo, puedes ser o no una persona disruptiva. El nombre y el adjetivo es lo de menos, lo que importa es el hecho.
Atribución imagen: John Kannenberg.