Esa es la verdadera utilidad de la disciplina que importa.
No importa nada que tengas todas tus horas bien planificadas, no importa si no cumples con lo que planificaste, al menos con un 60-70%.
Importa poco que por la noche sepas lo que tienes que hacer al despertar, si cuando te despiertas acabas absorbido por el whatsapp.
Es irrelevante que seas consciente del momento que vives, si cuando alguien conversa contigo, tú estás demasiado ocupado deslizando el feed de Instagram.
Es una utopía que conozcas todos los trucos de Ultraproductividad para dominar el correo electrónico si no dejas de reaccionar a tu bandeja de entrada cada 15 minutos.
Da igual lo que te esfuerces en controlar todos esos hábitos bien alineados y preparados para ser ejecutados, si el día ocurre a su antojo y tú tienes cero control sobre ello.
Es un desperdicio de energía fijar momentos para hacer lo que dijiste que harías, sobre todo cuando cada momento es diferente e influye al siguiente alterando su rumbo.
Hay muchas personas que son arrastradas por la vida, por el tiempo, por el esfuerzo, por la productividad, por el liderazgo, por sus obligaciones profesionales y las personales (ser padre, tener pareja, ocio y hobbies, etc.). Además de manipuladas por esas “cosas bonitas” que todo el mundo sabe que tiene que hacer para llevar un mejor estilo de vida y así mejorar su existencia, pero que el 96% sufre por no tener la autodisciplina necesaria para llevarlas a cabo.

La disciplina que importa
A todas estas personas (aquí es donde despiertas): la disciplina no es sufrimiento, no es castigo, no es un suplicio, no es una imposición, no es un trauma, ni siquiera una regla o requerimiento.
La auto-disciplina es respeto por uno mismo y por todo lo que nos rodea. Es la virtud de la integridad (y la autenticidad), es hacer lo que apareció en tu mente y salió por tu boca. Es encajar a la perfección ese triángulo entre acción, pensamiento y palabra. Es la dignidad de elegir lo que es verdad. Es uno de los dones más excelsos con los que se nos ha agraciado. Es la recompensa, el la opción de la grandeza.
No es “cuándo, cómo o por qué tengo que hacerlo”.
Es “lo hago, ahora – o incluso, luego, pero lo hago”.
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