Cada día mejoro, crezco, aprendo, fallo y soy consciente de tanto como puedo.
Cada día me desafío, experimento conmigo mismo y con lo que hay a mi alcance. Con cosas que tienen sentido y otras tantas estúpidas y ridículas.
Sí, cada uno de esos días me frustro, venzo y gano, pierdo, bajo los brazos, los alzo, me presiono hasta la extenuación. Si creo que es demasiado, me detengo y me recompenso, si creo que no es suficiente, sigo un poco más.
Cada día me exijo más que le exijo a ninguno otro en este mundo. Entonces, me desanimo, me animo, me contengo, me desato, me inclino hacia delante y me lanzo, reculo y reflexiono, destapo mi consciencia e inconsciencia. En cada uno de los días. Consistencia e inconsistencia.
Ahora, cualquier día es todo, cada día todo sucede, así que ni siquiera estoy todo el tiempo en un extremo ni en el otro, estoy en ambos, cada día, de forma constante, coherente, leal y auténtica, desde dentro. Al nacer de un nuevo día me encuentro con la oportunidad de hacer pequeñas modificaciones. Esas modificaciones son como un test A/B, la cuestión es probar que soy capaz de crear y hacer.
Ese es mi día y eso es lo que cuenta para mí, nada es duradero, nada es corto, nada es total, nada es siempre, nada es nada. No hay un peor ni un mejor, hay un Isra, un todo y un nada.
Cada día. Es día uno.
Ojalá siga así.
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Go Luis.