Hay un agujero en tu estómago, estas paralizada, te cuesta respirar, no sabes qué hacer y además, te das cuenta de que no hay vuelta atrás. Tines que decidir, tienes que arriesgar. Estás decidida a lanzarte al vacío. Estás enamorada con la idea y el ideal. Arriesga.
Cuando actuamos con la cabeza nos arrepentimos, cuando actuamos con el corazón, tenemos miedo de que no sea la decisión correcta, miedo a ser heridos. Decidimos en base a nuestro pensamiento racional, el que nos dice que hay que jugar seguro, no arriesgar demasiado y cubrirnos con escudos para no ser golpeados. Entonces, algo grandioso no sucede, estamos reteniendo el potencial que poseemos para hacer que cosas impensables sucedan. Cuando tomamos decisiones basándonos en nuestro instinto, cuando seguimos ciegamente a la intuición, algo especial ocurre, un alineamiento entre lo que de verdad persigues y lo que de verdad vas a intentar. El resultado de tu decisión es algo desconocido, aún, pero ya has iniciado una búsqueda.
No puedes perder si no intentas
A veces es amor, otras pasión, miedo, o en mi caso, inconsciencia. A menudo es una oportunidad que viste. Algo que puedes hacer mejor. Algo que puedes diseñar mejor, o algo donde puedes crear una realidad alternativa. En otras ocasiones es una mirada que cruzaste con una persona desconocida. Un gesto, o palabra cómplice con alguien que acabas de descubrir. Otras veces es algo que soñaste o intuiste, algo que imaginaste. Entonces esperas que un día tengas la oportunidad de que suceda, no, arriesga, toma esa decisión, hazlo, puedes fallar, pero no perder algo que todavía no has intentado.
Cada vez que no tomamos una decisión, no sabemos, no podemos o no creemos, estamos tomando una decisión. Estamos arriesgando a la inversa – olvidando, ignorando, obviando. Pensamos que cualquier decisión o riesgo requiere haberlo pensado al menos 20 veces más que algo que no implica ningún peligro. No hay nada más costoso en esta vida que el tiempo que invertimos en tomar una decisión que nunca tomaremos.
Hay un vacío en tu estómago, estás a solas, es difícil respirar, no hay vuelta atrás. Ante ti, el vacío. Estás enamorado con la idea y el ideal. El riesgo.
Arriesga, vamos
Tomamos riesgos porque amamos el sentimiento de la oportunidad, hay pocas formas de excitación más sublimes que el riesgo.
Arriesga, porque la única forma de desatar el potencial que hay dentro de ti, es sintiendo que hay algo que puede hacerte perder mucho.
Arriesga, porque tener algo que perder lo hace más real. Hazlo, arriesga, porque vivimos por el miedo que viene junto a hacer algo grandioso. Arriesga, porque al final serás recompensada/o. Arriesga, porque es el mayor test personal donde demostrare a ti mismo de lo que eres capaz.
Photo credit: Sophia Louise.
6 comentarios
Arriesgar para vivir y vivir para arriesgar.
Pues sí, la vida sin arriesgar nada se vuelve aburrida.
Nos acomodamos en todos los sentidos y así nos va: vienen unos listillos (políticos corruptos, algunos empresarios explotadores…) y nos utilizan como maquinas para hacer dinero. Para todo esto les viene muy bien meternos mucho miedo en el cuerpo, tenernos acojonados, y luego se presentan como salvadores de la patria cuando en lo único que piensas en en satisfacer sus ansias de poder y su avaricia.
Hay que luchar, desde dentro hacia fuera, sin importar lo demás.
Para mí el «riesgo» significó la VIDA, un cambio tan amplio que después de 1 año sigo descubriendo sus ventajas; el riesgo es duro, a veces duele, pero hasta el dolor hace que te sientas vivo, hace que avances hacia tus sueños y que no te duermas en el sopor de la rutina
Amén Gema, cuando aprendes a hacer del riesgo una ventaja, sobresalir es la única opción. Enhorabuena. A seguir.
Arriesgar … sí, cada vez me gusta más esta palabra y lo que aporta a nuestras vidas
Bárbaro Montse. Seguimos.