Entras en un nuevo proyecto, todos quiere participar, todos dicen sí, todos se suman a la fiesta. Todo son ideas, creatividad, grandes expectativas y buenos propósitos. Sin embargo, cuando llega el momento de colocar sobre la mesa el más duro, contundente y brillante trabajo, nadie aparece cuando el reloj marca la hora. En mi opinión, cualquier cosa que no esté comprometida con el trabajo, el resultado y la excelencia, que sucede a partir de ahí, es una excusa lamentable y desafortunada.

Todo un misterio

Si tienes algo que hacer, no vaciles ni un segundo, Hazlo. ¿Tienes una presentación mañana ante 100 personas que viene a escuchar tu nueva propuesta de proyecto? trabaja de inmediato. Ahora. Si no duermes en un día (o duermes dos horas), está comprobado, no abandonaras el mundo de los vivos. ¿Has adquirido el compromiso para escribir una columna semanal con ese medio internacional tan potente? Dedícate a escribir ahora mismo. ¿Dijiste que aparecerías en la reunión con los proveedores de desarrollo y diseño web a las 17h? Adelanta tu trabajo, planifica tu agenda y aparece a las 17h en punto. ¿Participas en un proyecto colaborativo donde hay una fecha límite y una cantidad de trabajo que entregar por igual? Cumple esa fecha y esa cantidad (y calidad de trabajo). El misterio desaparece.

Empuja al vacío

A menudo, sobre-proteges a las personas que trabajan contigo, cada vez que haces eso fallas inconscientemente. Fallas porqué no haces el bien a ninguno de ellos. Todo lo contrario, les vicias otorgándole el derecho incombustible de apropiarse de la brillantez que va con los resultados bien trabajados, incluso cuando ni siquiera lo merecen. El mejor y más grande favor que puedes hacer a las personas de tu equipo, departamento o colaboradores, es confrontarles con grandes responsabilidades, objetivos tremendamente específicos y delimitados y por supuesto, lanzarlos al riesgo que no entienden. Esto, en el peor de los casos, los llevará hacia un fallo pronunciado, del que obviamente aprenderán una excepcional lección. En el mejor de los casos, sobresaldrán de si mismos, se apropiarán por el resultado y trabajarán atrevidamente.

Una de las cualidades más nobles de un líder es recibir el dolor por los suyos. Sin embargo, eso no significa que «su tribu» no sea lo suficientemente inteligente, honesta y generosa como para entender que son ellos los que deben adueñarse de ese dolor.

Vuélvete intratable

Hacer que suceda no se dice, se muestra. Ayudar no un derecho ni una obligación. Es un acto de generosidad. La brillantez no se compra, ni se vota, se gana. La excelencia no se tiene, se hace. El amor no se exige, se da. El cambio no llega, te encuentra por sorpresa. La atención no se tiene, se consigue. La conexión no se establece, se crea. La iniciativa no se demanda, se toma. La dignidad no se permite, se posee. El coraje no nace, se elige. El liderazgo no se otorga, se vive. Excepcional no es un derecho, es una decisión.

Quieres ser brillante, ahí tienes tu trabajo. Quieres organizar un evento, ahí tienes a la comunidad. Quieres crear una marca que entregue algo nuevo, ahí tienes un dominio, Internet y lo que tu puedas aportar. Quieres tener éxito con tu proyecto, ahí tienes tu proyecto. Quieres crear cambio, ahí tienes el mundo. Ahora dime ¿Qué piensas hacer con todo esto?

No posees el derecho a menos de que lo ganes. Tu decides.

Photo credit: Marcus Mawby.