El monólogo que hay en nuestra mente es serio, estruendoso y contundente. Es como escuchar heavy metal comparándolo con las señales tan suaves y gentiles que nos llegan del resto del mundo. Apenas vemos y nos fijamos en el monólogo que hay en otras mentes, principalmente porque no está dentro martilleando sin parar, y nosotros no hacemos el ejercicio de empatía y autocompasión pertinente.
Todo el día, a diario, es martillo, esa canción de Iron Maiden continúa, 24/7, misma intensidad, mismo volumen, así de infranqueable. Es la única mirada que ha visto todo lo que nosotros hemos visto. Es la única mente que cree todo lo que creemos. Y es la única voz que habla sobre todo lo que hablamos dentro. También es ese ruido que critica cada acción en cada persona que está en desacuerdo con nosotros, pero además critica sus motivos. Y, si la cuestionamos, hasta nos critica (y hasta golpea) a nosotros.
¿Hay entonces alguna duda de por qué nuestra proyección es incluso más importante que la empatía?
Suceden dos cosas cuando conocemos nuevas personas, o nos encontramos con otras que ya conocemos… O bien estamos de acuerdo con su visión del mundo, o bien les ignoramos o tratamos de convencerles cuando no lo estamos. No hay mucho espacio para “esto es una experiencia sobre este momento muy diferente a la que yo experimento o siento” o “está en lo cierto en su mundo en algo que posiblemente yo en el mío no lo estoy”, hasta “no hay forma alguna de que lo vea como lo ve ______________, pero si lo está viendo así, debe ser por alguna razón”.
El ruido que nos carcome
Lo vivo en mis experiencias cotidianas, desde convivencias, a proyectos o nuevas relaciones, ese ruido en nuestra mente es egoísta (una ilusión), siente temor e inseguridad y está molesto. Ese convierto de heavy metal se satisface de sí mismo, se cree muy importante y actúa como si siempre estuviera en lo cierto. Ese ruido evita la intimidad y la vulnerabilidad y hará lo que sea para degradar y sabotear a cualquiera que nos rete.
Fomentar la empatía es posible
Sin embargo, la empatía es posible, contra todo pronóstico. Incluso aunque el concierto dure noche y día.
Es posible amplificar esas señales demasiado débiles que otros nos envían. Es posible entonces imaginar, incluso por un momento, cómo sería tener su vida en lugar de nuestra vida.
Esto es lo que he aprendido: podemos fomentar la empatía, sobre todo si nos esforzamos y dedicamos tiempo para practicar esta habilidad núcleo. Solo tenemos que empezar, hoy, paso a paso.
Atribución imagen: Felipe Tofani.