Indignidad, o cómo machacarme a mí mismo

Indignidad-isra-garciaDentro de mi profesión, el marketing y la pasión, entusiasmo y dedicación que siento a diario por el alto rendimiento. Hace ya algunos años que me embarqué en un viaje hacia conocerme, rediseñarme y reconstruirme a mí mismo. Esto solo es posible en descubriendo y destapando las partes que menos te gustan, las más vulnerables, el lado oscuro. La indignidad.

Recientemente descubrí algo revelador y tremendo para mí, mi tendencia a machacarme, a no sentirme digno, a pensar que no merezco lo que he ganado, vivo o el resultado que yo mismo cree. Creerte inadecuado. Pensar que eres un fraude. La sensación de sentir que no eres lo suficiente auténtico, que sea lo que sea aquello que hagas, no te has demostrado nada. Eres inadecuado, no merecedor de cualquier cosa buena que te pase. Esto es peligroso damas y caballeros. Es la indignidad.

Una trampa destructiva

Fui consciente de que mi mente hacía todo lo que podía para evitar el dolor crudo de sentirse insuficiente. No merecedor. Cada vez que nuestras deficiencias son expuestas, reaccionamos intentando cubrir nuestra vulnerabilidad más profunda. Durante todos estos años desarrollé una variedad de estrategias diseñadas para esconder esta gran y destructiva trampa, la indignidad. De esta forma pensaba que estaba compensando lo que creía que no funcionaba en mí.

1. Crearte a ti mismo para distraerte

No hay nada de malo con esto, todo lo contrario. Aunque en ocasiones puede servir para encubrir algo todavía más doloroso. Nos embarcamos en experiencias vitales, experimentos o proyectos de crecimiento personal, uno detrás de otro. Intentas hacer cosas que nadie hace, ser disruptivo, sobresalir de ti mismo. Otras personas, de forma más primitiva también lo hacen, cumplir con el estereotipo perfecto para el cuerpo y la personalidad perfecta. Siempre sonriendo, permaneciendo en dieta perpetua, mostrando en Instagram lo genial que es tu vida, contratando un/a coach. Empujándote a dejar tu trabajo y emprender. Completar un maratón o na distancia Ironman. Cursos de desarrollo personal. Meditación. Adquirir disciplina. Iniciarte en actividades de impacto social. De forma cierta, cualquiera de estas actividades puede producir mucho bien, pero muy a menudo esconden deseos ansiosos que dejan el siguiente mensaje: «es la indignidad, no me lo merezco».

En lugar de relajarnos y disfrutar de lo que somos, quién somos y sea lo que sea lo que estamos haciendo, nos comparamos con un ideal e intentamos sobrepasar.

2. Abrazar un riesgo poco real

Hago como si parece que arriesgo, pero lo que hago en realidad es jugar seguro. Huimos del fracaso que sabemos que tenemos que enfrentar. Queremos hacer muchas cosas porque hacer una sola podría ser demasiado arriesgado. ¿Qué sucede si fallamos en unas cuantas cosas? ¿Qué sucede si fracasas en la única cosa que estás intentando? Si tienes éxito, no sigues intentando en cosas arriesgadas, por el que el miedo a fallar es todavía más grande. Necesitamos expandir horizontes, pero jugando seguro. Cuando un riesgo importante entra en juego, retrocedes y entonces vas a por riesgos menores que no necesitas confrontar.

3. Huir del presente

Salgo corriendo ante la experiencia de vivir en el presente. Trato de escapar del sentimiento de miedo y pena contándome historias sobre lo que está sucediendo en mi vida. Mantengo ciertos temas clave en movimiento, así mi mente me mantiene ocupado: los proyectos que tengo que lanzar y desarrollar, qué ha funcionado y qué no, cuál es el siguiente problema, qué me preocupa, racionalizar pensamientos y sucesos. También podrías incluir, cómo otros te ven y que piensan de ti, juzgar a los demás, encajar con la persona ideal, decepciones o incertidumbre sobre cualquier cosa. Vivimos en un estado flotante de ansiedad, ni siquiera necesitamos preocupaciones o problemas para imaginar desastres. Vivir en el futuro (o en el pasado) crea a ilusión de que somos los dueños de nuestra vida y que somos casi perfectos. Qué gran error.

4. Hacer, hacer, hacer

Me mantengo ocupado todo el tiempo, mi mayor miedo es no hacer nada. En nuestra sociedad, hacer cosas es una forma de distraernos del dolor que produce la muerte de un ser querido, la ruptura matrimonial o las inseguridades internas. Si paramos de hacer cosas corremos el riesgo de conectar con el sentimiento insoportable de que estamos solos y no valemos nada. Es por eso que tratas de llenar huecos, tiempo, cuerpo, mente, emociones. Consumes, compras y parloteas. Si ese hueco existe, compruebas Facebook, envías Whatsapps, ves una película o comes algo. Cualquier cosa es buena para enterrar el sentimiento de vulnerabilidad y deficiencia que vienen bajo las palabras de indignidad, «no lo merezco».

5. El crítico interno

Me he convertido en mi propio peor crítico. Ese comentario de turno o incluso esa voz que nos recuerda a veces o muy a menudo que la cagaste. Que podrías haberlo hecho mejor, que no deberías haber dicho esto o lo otro. Incluso que hay otros que lo hubieran hecho mejor que tú. Cuando solo prestas atención a las peores cosas sobre ti piensas que estás controlando tus impulsos y reacciones, reconociendo tus debilidades y quizá mejorando tu carácter. No es así, créeme.

La indignidad que viene desde dentro

Esta es la verdad que duele, pero es real, al menos para mí. Estas y otras estrategias, no son más que artimañas de nuestra mente para reforzar todas las inseguridades que sostienen el sentimiento de la indignidad de no merecerte. Lo que estoy aprendiendo es que, cuanto más historias, de manera ansiosa, nos comamos a nosotros mismos sobre lo que hacemos mal, aquello en lo que no somos buenos, eso en lo que fallaremos, o las cosas que se convierten en defectos nuestros y de los demás. Cuando hacemos eso, más se fortalece el estado que genera sentimientos de deficiencia, insatisfacción y autosabotaje. Cada vez que revivo una derrota cuando tengo mil y una razones más para revivir victorias, refuerzo la angustia de no considerarme merecedor o suficiente para tener lo que tengo o ser quien soy.

Otra cosa, esto de aquí va para aquellos que buscan reafirmación: cuando te esfuerzas en impresionar o devaluar a otras personas, potencias la creencia subyacente de que no eres tan bueno como crees. Esto no significa que no puedas competir de manera sana, sí, lo que el esfuerzo debe ir en tu trabajo y en reconocer y disfrutar tu propia competencia.

Siempre que tus esfuerzos, intentos, pensamientos o deseos estén liderados por la creencia de que eres menos de lo que eres, seguirás siendo merecedor de nada. Seguirás siendo indigno porque así lo permites.

Sé que muchos de vosotros habéis, estáis o estaréis ahí. Así que os cuento lo que sé, he aprendido y siento. Es la historia más profunda que hay ahora mismo en mí. Es otro tipo de automarketing.

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Photo credit: Looker Media.

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10 comentarios

  1. Mirar cara a cara a nuestros miedos es el primer paso para dejar de autosabotearnos. No me imagino a Isra Garcia sintiéndose indigno claro que eso solo es en mi imaginación y todo puede ser distinto.
    En cualquier caso si tu no fueras capaz de decírtelo te lo digo yo. Si, te lo mereces. Te lo mereces todo. Eres bueno. Mucho. Lo creo. Si. Y tu también lo crees. Pero no esta mal tener alguien que nos lo recuerde o desear demostrarnoslo a nosotros mismos de vez en cuando y sentir, ¡Bien!. Lo hice.

  2. Querido Israel, desde que tuve la suerte de conocerte y ver la enorme dignidad del camino que recorres siento un enorme aprecio por todo tu ser. Comparto con la misma pasión la «indignidad» que compartes querido amigo.
    Un abrazo sureño
    Juan Antº Aguilar

  3. Merecer lo que se tiene no es lo mismo que tener lo que se merece.

    Nos han programado para sufrir, cuando lo maravilloso es disfrutar. Podríamos incluso, Isra, gozar de la misma indignidad, por que también forma parte de nosotros y nos empuja a encontrar la mejor versión de nosotros mismos.

    Un abrazo.

  4. Hace poco Isra descubrí que el precio de la batallas que mantenemos para no sentirnos de determinada manera es demasiado alto. Tenemos derecho a sentirnos mal, ¡¡¡por favor que menos!!! Vivir el presente es lo que he descubierto hace poco que me está enseñando demasiado de mi mismo, a estudiarme de porqué tengo lo que tengo y soy como soy. Es más se han regularizado mis emociones

    Mi opinión sobre si te lo mereces, pues claro que sí. Pero eso no es lo importante, lo realmente importante es tu creencia y el porqué de esa creencia.

    Ah por cierto, ser capaz de llegar a estas conclusiones son crecimiento seguro.

    Un abrazo desde Extremadura

  5. Así es Neftalí, es sobre creerlo y mejor todavía, aceptarlo, desde tus propias entrañas y estar convencido de que así es. Y si no estás convencido, no pasa nada, acéptalo y cambiará. Vivir despiertos aceptándolo todo de la manera más profunda y auténtica posible.

  6. Hola Isra, sin duda cuando llegamos a este punto es cuando te lo cuestionas todo. ¿Realmente es necesario hacer para ser, o nuestra mente nos autoengaña para que, persiguiendo la zanahoria mientras nos colgamos medallas, dejemos de prestar atención a lo que realmente es importante?
    SER no es cuestión de hacer, no es cuestión de metas y objetivos. Es experimentar el presente con curiosidad y sin expectativas. Difícil de integrar en nuestra sociedad, pero se siente cierto en nuestro interior. Gracias.

  7. Sin embargo la mejor forma que existe de ser es hacer, de lo contrario no es auténtico, no es real, para uno mismo y luego para el resto, de forma irremediable. Ahí está lo que merece la pena Montse.

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