Hace unas semanas, Salva Fernández y servidor debatimos sobre la importancia de transmitir la grandeza de un ser humano con el mayor respeto e integridad posible, y con el menor ruido y parloteo posible. Es decir, hacer de menos más, para eso es crucial limitar el número de palabras. Fue un tema que apareció en nuestros encuentros semanales, unas reuniones en las que compartimos como aprendices y profesores, como novicios y maestros, como ignorantes y sabios, como hablantes y escuchadores. Esto me llamó excesivamente la atención. Sobre todo lo siguiente:
Confiar en el impacto de nuestra grandeza desde lo más tácito.
Del ruido al silencio y de ahí a su optimización
Esto es algo que comprobé después de haber realizado el experimento 20 Días en Silencio en 2015, uno de mis primeros experimentos y que generó un gran impacto en mi vida. Sobre todo al darme cuenta de que no necesitas hablar para comunicar, que la mayoría de lo que decimos está de más, que se puede decir mucho con muy poco, y que menos ruido supone más señal.
Cuánto necesitamos comunicar
Ahora una nueva bombilla se vuelve a encender en este camino, por eso me puse a investigar, esto es lo que encontré:
En un reportaje de BBC, Susie Dent, lexicógrafa y experta en diccionarios, argumenta que se necesitan entre 20.000 palabras activas y 40.000 pasivas para comunicar. Pero Capello, cuando entrenaba a la selección Inglesa decía que no hacen falta más de cien palabras. ¿Cien palabras? ¿En un día? Pete Howarth dice que 1.500 para una comunicación avanzada. ¿Es algo sostenible para 24 horas?
Luego hay aparentes expertos en autoayuda que dicen que las mujeres utilizan una media de 20.000 palabras al día mientras que los hombres usan unas 7.000. Algo que no ha podido demostrar. Sin embargo, hay otros estudios que dicen que tanto los niños como las niñas se aproximan al número de palabras que utilizan, en otros estudios hallaron que 34 estudios los hombres hablaban más y solo en los las mujeres predominaban. James Pennebaker, a través de la Universidad de Texas encontró que las mujeres pronunciaron sobre unas 16.200 palabras y los hombres 15.600. No me interesan los sexos, sino cuánto hablamos al día.
Por otro lado, aquí he leído que de 283.000 palabras utilizamos 300, 500 si eres una persona culta. Esto refiriéndose al número de palabras diferentes en tu caudal léxico, no cuántas palabras mencionas al día. Aquí vuelven a coincidir, entre 15.000 y 20.000 palabras. En este artículo hablan de mínimo 7.000 palabras.
Intentar limitar el número de palabras a 4.000 diarias
Bueno, con esto ya tenemos al menos una base para empezar este nuevo experimento, decir menos, no estar en silencio, sino intervenir con menos frecuencia. Me refiero al plano presencial y al digital, menos palabras escritas o usadas en los vídeos y podcasts, menos palabras en las conversaciones en personal y online. Este sería el test, probar qué sucede cuando reduces el número de palabras que utilizas a menos del mínimo. ¿Cuál sería el mínimo? Si dicen que el mínimo serían 7.000, y que la media está entre quince y veinte mil, creo que apuntar por 4.000 palabras sería provocador.
Esto no quiere decir que siempre lo consiga, pero como en el experimento del “yo”, lo voy a intentar por todos los medios.
Pues ese es el experimento, limitar el número de palabras escritas y habladas a 4.000 en total durante 30 días. Un experimento bastante estoico.
¿Cómo voy a medir esto? De momento voy a empezar hoy mismo, porque no sé muy bien cómo lo haré antes de comenzar, pero seguro, que por el camino, tropezando, lo averiguo como de costumbre. Si bien, voy a pasar todo los textos por un contador de palabras. Luego en la expresión oral, lo que haré será limitar al máximo el número de intervenciones y palabras, porque contarlas va a requerir de un enfoque sobrehumano y de una grandísima autoconsciencia, lo cual voy a ir intentando de forma progresiva. Mañana, a día vencido, montaré el cuadro de mando con indicadores cualitativos y cuantitativos que empezaré a incluir y a medir, a medida que avanzo.
Vamos a ver que sucede, que aparece, que me bloquea, que me empuja, que dejo, que tomo, no sé que pasará, por eso lo hago. La belleza de las restricciones.
Vamos a ello.
Pd. Hoy ya he consumido 700 palabras con este post, quedan 3.200.