En estos días he redactado los primero pasos de lo que es el manifiesto del maestro del nuevo mundo, lo he hecho yo, un reconocido y perpetuo cinturón blanco.
Manifiesto para el maestro del nuevo mundo
Empieza así:
El maestro aprende tanto o más que los discípulos.
El maestro no dedica tiempo a pensar, sentir o comportarse como un maestro, simplemente lo es.
El maestro llega a ser maestro sin darse cuenta.
El maestro entrena más que los demás, pero nadie sabe eso, porque el maestro entrena en soledad, para él y sin adulaciones.
El maestro tiene tentaciones, pasiones, deseos, anhelos y comete faltas, el maestro es humano, es uno de los nuestros.
El maestro no gestiona, lidera con el ejemplo.
El maestro no te dice lo que debes hacer, te pregunta qué es lo que sabes que hay que hacer.
El maestro vive fuera del limbo, vive entre nosotros, come con nosotros, vive con nosotros, está aquí y ahora.
El maestro sigue la situación momento a momento.
El maestro tiene uno o varios artes de maestría.
El maestro tiene discípulos, de lo contrario no puede ser un maestro.
El maestro ama, llora, perdona, maldice, bendice, agradece, exige, recompensa, castiga, y lo hace siempre con la misma sonrisa.
El maestro no parece un maestro a simple vista.
El maestro se deja enseñar antes de querer enseñar primero.
De hecho, el maestro no enseña, el maestro te cuestiona, te hace dudar, te agita, te sacuda, y lo hace sin agitaciones particulares.
El maestro hace que lo no personal te parezca personal.
El maestro entra en tu interior y se convierte en tu más profundo y verdadero espejo.
El maestro no espera pero tampoco se apresura.
El maestro y su maestría no pueden ser compradas con dinero.
El maestro está aquí para ser el intermediario entre tú y tu maestro interior.
El maestro vive con virtud.
El maestro es magnánimo, generoso, autodisciplinado, autoconsciente y contundente.
El maestro es suave y duro al mismo tiempo, es grandioso y terrible a la vez, es todo y nada.
El maestro sabe actuar como héroe y villano cuando la situación lo requiere.
El maestro no ve obstáculos, ve maestros.
El maestro se ríe de sí mismo.
El maestro sonríe cada vez que aparece un pensamiento grotesco, burdo o desagradable.
El maestro sonríe cuando un pensamiento placentero, afortunado o agradable hace su aparición.
El maestro detecta el origen de su sufrimiento (o dicha) en el pensamiento primero, luego en lo que dice y finalmente en sus acciones.
El maestro ni censura a otros ni se censura a sí mismo.
El maestro se agita, se encoleriza, se enfurece, al hacerlo lo acepta, y con una sonrisa vuelve a ser un témpano de hielo imperturbable.
El maestro no tiene nada que enseñar y todo que aprender.
El maestro no trabaja con niveles, ni con etiquetas, ni categorías.
El maestro no hace divisiones, para él todo es uno.
El maestro no muestra el camino, desafía a que uno lo encuentre por sí solo.
El maestro utiliza el cuerpo más que la mente.
El maestro no tiene miedo a nada pero todos los días descubre nuevos miedos.
El maestro abraza las contradicciones.
El maestro no sabe.
El maestro solo observa.
El maestro no está por encima de nada por eso sobrepasa cualquier adversidad.
El maestro es un asociado de la la buena y mala fortuna por igual.
El maestro comprende que no hay tanto que comprender.
¿Qué otros principios añadirías en este manifiesto para el maestro del nuevo mundo?
Pd. Hablando de maestros, quedan 20 días para detener mi actividad en Internet, en lo que será la fase 1 de La Gran Victoria. Ahora, en unas horas, estaré entrando por las puertas del Templo Shaolin Europa de nuevo. Esta vez pasaré 7 días en el programa Monastery on Time, una especie de convivencia de una semana para aprender y entrenar algunas de las Artes Shaolin con el maestro Shi Heng Yi y sus discípulos. Esta es la segunda vez que vuelvo, aquí hay un informe detallado sobre la experiencia que viví en el campamento intensivo aquí en el templo. Por lo que estaré desconectado desde hoy mismo hasta el próximo domingo. Gracias por decidir continuar el viaje juntos.
* Atribución imagen: just this moment.