Soy estoico, sí, pero no acepto que soy lo que soy y que eso es lo que estoy condenado a ser. Acepto mi debilidad hoy, sí, pero no mañana
No.
No acepto eso.
Estoy luchando por ser lo que sé que soy capaz de ser.
Estoy resistiendo. Insistiendo. Empujando. Esforzándome.
Me regocijo en mis propias debilidades para poder cambiarlas, pararlas, transformarlas.
Algunos días gano, otros pierdo, pero a diario me levanto y vuelvo a la carga, y siempre que lo intento, avanzo un poco más.
Dentro de cada día, a veces encuentro gloria, a veces derrota, otras veces gracia, algunas desgracia, o incluso a veces, no encuentro nada. Y ante eso, lo que tengo claro, es que mi actitud y mentalidad deben permanecer impasible, imperturbables a cualquier suceso o resultado que encuentre. Porque sé que lo importante es encontrar el placer en mis acciones.
Soy mi debilidad y mi fortaleza
Así que cada día me encontrarás preparado para lo que tenga que venir, unos pocos días me encontrarás rendido y desanimado, claro, podría ser. En cambio, la mayoría de los días me encontrarás con los puños cerrados listo para asaltar el día, preparado incluso para perder el combate. Es esa actitud imparable de colocarme al frente cada día, hacia el desafío, hacia la aventura, hacia la incertidumbre, hacia el riesgo, hacia el miedo, hacia la muerte, lo que realmente me hace seguir y sentirme imparable cada día. Es mi debilidad, pero al mismo tiempo es mi fortaleza.
Y cuando lo hago, cuando me coloco en la línea de fuego cada día, lo hago con todo lo que tengo. Todo. No escatimo jamás. Porque eso es precisamente lo que hace que cada día supere cada una de mis debilidades, miedos, inseguridades o defectos.
Y eso es amigo, o amiga, lo que me ayuda a empujarme a ser un poco mejor hoy de lo que fui ayer.
Mi debilidad.
Atribución imagen: Looker Media.