Hay una sed insaciable por likes. Adolescentes y no tan adolescentes están dispuestos a intercambiar su carrera profesional por aparecer en las publicaciones de cualquier celebridad. Los niños y niñas en el colegio ya ni si quiera desean ser deportistas o estrellas del pop, quieren ser Youtubers. Los más adultos se pelean por entrar en el Olimpo de los Instagramers. Mundo de propaganda.
La máxima aspiración de hoy en día es ser conocido y denominado como un influencer. Se paga por impresiones y alcance. No por un trabajo que genera cambio. Se comunica a través de hashtags. Has vendido tus valores a Twitter, a cambio de obtener un gran número de personas hablando y compartiendo una frase oportunista, desafortunada y/o desalmada.
Hola soy un subproducto
Es demasiado fácil encontrar a otro subproducto de esa sociedad digitalmente hiper-desmedida. Subproductos en forma de periodistas, emprendedores, empresarios, estudiantes, profesionales del marketing o desempleados con la misma fijación por una popularidad y “famoseo” ficticio. Todos ellos esperando ser otra celebridad-unicornio digital.
Es lo mismo que sucede cuando conoces a otra personas que intenta entrar en Broadway sin pasar por el Teatro real de Madrid o el Liceo de Barcelona. Lo mismo que sucede cuando alguien intenta hacer un peliculón en Hollywood sin pasar por la academia. Como publicar un bestseller sin ser escrito por ti. Como entrar en Wall Street siendo filósofo.
“Voy a ser gustado/a por millones de personas. Voy a ser uno/a de esos/as que salen en las redes sociales y están en todos los eventos molones”.
Seguro, la estadística está contra todos ellos (¿vosotros?). Seguro, no les importan las estadísticas. Pasan con ignorancia los detalles de desarrollar un talento que cause impacto. Obtener destrezas que te eleven hasta ser más valioso que miles de competidores. O el esfuerzo de ir más allá. Pasan de largo las realidades dolorosas (lograr una especialización singular, pagar los recibos a final de mes).
Vida de propaganda
¿Entonces qué? Propaganda, un set de historias que giran entorno a lo que alguien con influencia y poder querría que fueras.
Sí, un mundo de propaganda. Un entorno falso, una realidad ilusoria. Personas sin principios. Ego dañino. Envidia maligna. Frustraciones. Ansiedad. Desesperación. Este es el legado que vamos dejando a los nuevos nativos digitales. Y algunos se aventuran a llamarnos nómadas digitales, embaucadores. Hemos construido un mundo de propaganda que nos insta a ser alguien que no somos. Un mundo que beneficia a los de arriba, no a los de abajo.
¿Qué vida vives? ¿Qué mensaje transmites? ¿Y qué historia sobre tu mismo cuentas al exterior y qué otra te cuentas en tu interior cada día? ¿Vives para comunicar propaganda?
Buena suerte. La necesitarás.
Photo credit: PropagandaTimes.
2 comentarios
Bienvenidos al mundo del postureo, donde nada importa si no lo puedes contar, y donde deja de importar si no tiene likes.
Brillante una vez más
Qué acertado Álvaro. Así es, realidad.