No quiero entender

no queremos comprenderAntes de ayer iba en tren, camino a Alicante desde Málaga, conexión con Ciudad Real. Había nevado fuerte en una buena parte del país. Al pasar por Albacete detuvieron el tren, las vías estaban bloqueadas y no era posible continuar hacia Alicante. Debíamos bajar en Albacete. El 90% de las personas que habían en el tren cargaron contra el anunciante de semejantes noticias, entre otras acciones, quejas, lamentaciones y victimismo. Escuchabas comentarios como “hace 30 minutos lo sabían y no lo dijeron”, “puedes comprar billetes ahora incluso si no puedes viajar”, “ahora quien nos devuelve el dinero o las horas que perdemos” o incluso “esto solo pasa en este país”. Esto fue emperorando a medida que iban avanzando las horas. Esto evolucionó, hasta llegar a presenciar incidentes desagradables y denigrantes para los profesionales al otro lado. Personas que están haciendo su trabajo lo mejor que pueden. No queremos comprender.

Al darme cuenta y de forma instintiva, decidí adoptar una posición de observador mientras todo el embrollo durase, que tan acertada decisión. Ver este tipo de situaciones desde fuera, te da una perspectiva casi única y bastante reveladora.

No queremos comprender la otra historia

En ocasiones, estamos tan preocupados por tener una ocasión que evadimos el paso de trabajar para comprender el contexto. ¿Por qué ha sucedido de esta forma? ¿Cuáles son los problemas a los que la otra parte se enfrenta? ¿Por qué las personas actúan de la forma que actúan? ¿Por qué nos comportamos de la forma en la que lo hacemos? No queremos comprender.

Evitamos comprender cómo otras personas ven el mundo, porque eso supondría quitar la atención en nosotros mismos para otorgársela a los demás. Falso.

Esquivamos leer el documento al completo, porque es fácil asumir que sabemos lo que el creador quería decir. Erróneo.

Evadimos conectar con clientes o consumidores porque es más rápido asentar que sabemos lo que quieren. Estamos equivocados.

Evitamos hacer el trabajo que importa porque ya pensamos que lo estamos haciendo. Qué engaño.

Ignoramos hacer la fórmula, examinar las recomendaciones o recrear el experimento, porque podría no resultar de la manera que esperábamos. Fracaso.

Huimos de la pregunta, porque vivimos convencidos con la idea de que la respuesta es lo importante. ¿En serio?

¿Para qué empatizar? Mejor démonos prisa, porque la primerísima, más oportunista, alta y enfurecida opinión agitará la multitud. No queremos comprender.

Y por supuesto, es más fácil maldecir cualquiera que sea la cosa que debemos maldecir, de esta forma nosotros no tendremos que bailar.

Photo credit: Wes Peck.

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