Esta es una pequeña historia sobre el inmenso poder de observar lo que ocurre:
Ayer caminaba por una calle cualquiera en Barcelona.
Solo estaba paseando, iba a casa de mi amigo Víctor, donde estoy pasando unos días.
En un momento determinado noté que estaba ahí, solo, caminando, pasando entre personas que iban a otros sitios. Me di cuenta de que estaba dándome cuenta de que estaba en movimiento y al mismo tiempo estaba quieto, suspendido en la realidad.
Escuchaba “Whisper of a Thrill”, de repente, empecé a llorar. Observé, buscaba sensaciones, pero no sentía nada a lo que poder atribuir esas lágrimas, solo estaba llorando, vacío, sin meta, sin propósito, solo paseaba y contemplaba. Veía a la gente pasar mientras yo también pasaba, sonreía y me fijaba en el intercambio de energía que se producía al rozar el cuerpo energético de la otra persona.
Podía percibir la energía de las personas con las que me cruzaba, seguía llorando, andaba más despacio, mis impulsos estaban rendidos, mi mente totalmente en paz. Navegaba a través de una emocionalidad aletargada por la experiencia del presente.
La calle dejó de ser calle y se convirtió en la vida, las personas que pasaban ilustraban la verdadera relación con sus semejantes, ir y venir, aparecer y desaparecer, como los pensamientos, las sensaciones, la vida.
Solo tenía claras dos cosas, la primera estaba ahí, en medio del suceso. La segunda, estaba respirando, sentía como cada respiración me llevaba dentro de mí y me unificaba con lo que estaba sucediendo.
Notar y respirar. Respirar y notar, es en ese proceso donde algo distinto ocurre, notamos que nos estamos dando cuenta de que la vida ocurre fuera de nuestro control, con o nuestro consentimiento. Nos damos cuenta de las conexiones. Notamos que las palabras o sensaciones enlazadas a la experiencia son solo palabras añadidas a la propia experiencia.
Notar, observar lo que ocurre, darte cuenta, contemplar, es el primer y último paso para despertar del sueño que vives. Solo eso.
Es imposible apegarte a vivir, porque en realidad no hay “yo” al que puedas apegarte, porque no hay vida a la que aferrarse, ¿o acaso hay algo que se sostenga a sí mismo de forma perpetua – o diferencia entre caer y volar?
Ese es el poder de observar lo que ocurre.
Observa sin tener prisa alguna.
* Atribución imagen: f1ffuster.