Para ser rechazado por un posible cliente potencial o por la persona que te mantiene enganchado.
Para aceptar que la decepción constante que sientes proviene de tu propia indisposición a tomar la iniciativa.
Para permanecer impasible ante la escapada de lo que era la mejor oportunidad de tu vida.
A dejar atrás todo lo que sea necesario dejar, a hacer lo que sea necesario hacer, a saltar lo alto que tengas que saltar por vivir la vida que mereces.
Para encontrar empresas que vean las cosas como las ve tu negocio.
Para ignorar las críticas sobre tu forma de vestir, recomendaciones sobre cómo llevar una vida envidiable o consejos sobre que carrera profesional deberías tomar.
Para bromear sobre tu peso, falta de cabello, mala memoria o poco éxito con el sexo opuesto.
Para convertirte en la mejor opción que jamás podrías seleccionar y declinar la mediocridad que viene con esperar al genio de la lámpara.
Para hacer el mejor trabajo que jamás podrías haber hecho, cada día, constantemente, de aquí a 20 años. Sin parar.
Para ver llegar el peor momento de tu historia, y luego cuando te haya golpeado brutalmente, levantarte y despegar, más feroz e intencionado que antes.
Para fracsar más de lo que te han educado e el colegio, universidad o tu propia familia.
Para pensar más con el corazón que con la cabeza.
Para ceder el éxito y asumir la culpa por tu equipo.
Para luchar heroicamente por cambiar las cosas que más te importan.
Dime algo ¿estás preparado? Espero tu salto.
Salta.
Photo credit: Tormod Ulsberg.