Soy más humano que nunca. La diferencia es esta: en 2011, o antes, conectaría con más gente, crearía más comunidades, daría las gracias a los retweets y contestaría personalmente a todas las invitaciones indiscriminadas que recibiría en LinkedIn. Participaría en todo tipo de conferencias o eventos, cedería mucho de mi tiempo a personas que venían a ver que es lo que podían obtener (win – lose) y trataría de encantar a todo el mundo, preocupándome por las críticas anónimas y por el trabajo que no importaba. Y sumado a todo esto, no sabría donde debería ir y qué hacer cuando llegara ahí.
Fue muy divertido todo eso, pero también consumió mucha energía de manera ineficiente, fue bastante improductivo, si lo veo desde la perspectiva en la que ahora me encuentro, exigió mucho tiempo con poco de retorno más que sentirme bien y disfrutar del uno al otro (lo cual, de por sí, es un valor importante). Ahora, dirigiéndome al 2016, he encontrado bastantes maneras de ayudar a otras personas a encontrar valor y utilidad construyendo negocios, generando impactos y creando cambios positivos. Trabajo en ello con mi comunidad privada de lectores, clientes, seguidores, amigos y familiares, y contribuyo de manera sutil y directa en el éxito de otros tan a menudo como puedo vía mis canales digitales. Parece algo muy razonable para mí.
Te doy, sin costes, el 90% de lo que hago. Cobro por el extra, el 10% restante.
Tu sabes en lo que me enfoco, construir algo que genere algo positivo. Entregar calidad y excelencia. Causar interrupciones, disrupción. Ese es el objetivo. Más agentes del cambio. Más personas que deciden cómo cambiar lo que importa.
¿Justo?
Photo credit: Chema Solís.