Hace unos días volaba en trayecto Barcelona – Málaga. Estaba situado en la ventana y a mi lado, en el asiento del pasillo, había una mujer de unos cuarenta y cinco años, pelo ondulado, vestida con unos tejanos desgastados y una chaqueta negra, mirada cruda, rostro serio. Si observabas su lenguaje verbal, podía divisar algunos signos de incomodidad, disconformidad y enfurecimiento. Sin embargo, todo parecía bastante normal.
Paralelamente, yo, en mi mundo, me disponía a practicar algo de UltraProductividad; saqué el portátil para continuar escribiendo, primero un articulo para mi blog y luego unos cuantos emails que se quedarían en la bandeja de salida hasta que volviera a poseer conexión de Internet. Cuando desenfunde el portátil de la mochila, esta mujer se giró, me miró con mirada penetrante y susurró “no te molestes, no lograrás hacer nada, no podrás trabajar con comodidad”. Yo, un tipo bastante contundente, miré atónito, sonreí a la mujer y proseguí con mi acción. Y mira, pude trabajar con la normalidad (y experiencia) de ya millones de kilómetros volados en un avión.
Mientras, por el rabillo del ojo derecho, observaba a la mujer, indignada y silenciosa, que no me quitó ojo de encima, como esperando a que desistiera, fallara y guardara de nuevo el portátil en la mochila. No lo hice, no tuve que hacerlo.
A los 20 minutos sentí la necesidad de ir al baño, en ese momento estaban los carros móviles que sirven bebidas, comida y el Duty Free, supuse que no sería un gran problema, así que pregunté a la mujer si podría dejarme pasar para poder ir al baño. La respuesta fue sorprendente, por lo menos para mí: “no vas a poder ir al baño, está el carro de arriba a abajo, tendrás que esperar a que acaben, no podrás, es mejor que te ahorres el esfuerzo”. Mi estrategia; sonreí de nuevo y volví a preguntar “¿Podría permitirme salir para ir al baño por favor?”, la mujeres replicó: “¿Para qué quieres intentarlo? No podrás acceder”. Volví a sonreír y a formular la misma pregunta, exacta pregunta, no dejando a la mujer otra salida que dejarme intentarlo, todo bajo una sensación de tempestad y furia majestuosa.
Poder ir al baño – que pude lograrlo e ir – fue lo de menos. En cambio, todavía sigo preguntándome porque intentamos minimizar a otras personas en lugar de impulsarlas. ¿Por qué esa naturaleza saboteadora cuando la alternativa siempre es una estrategia ganadora?
Photo credit: Ron Kroetz.
4 comentarios
Vaya comañera de viaje te tocó, Isra ¡madre mía! Jajaja
Fue divertido Teresa.
Isra creo que yo conozco a esa compañera de viaje, me la encuentro a toda hora y en todo lugar!!!
Es magnífico reconocerla para entonces poder ignorarla Christian.