Por si no fuera suficiente con el ego-sistema en el que vives y una cultura fascinada por el poder de «celebridades» descerebradas, vamos y a alguna marca se le ocurre la genial idea de crear un «selfie», o lo que es lo mismo un acto aleatorio de hipocresía.

¿Un selfie chicos?

Selfie ¿Tendencia o moda? ¿Cuál es el propósito? ¿Por qué tal alocados sobre ello?

Vaya, no consigo ver el valor en lo que ahora se llama «selfie», lo que si consigo ver es presentadores, conferenciantes o profesores que salen delante de una audiencia y van y le dan la espalda para utilizarlos como un mero fondo de pantalla. Me cuesta ver también el esfuerzo que requiere estar todo el día rompiéndote la cabeza para encontrar la manera de mostrarte a ti mismo delante de una cámara como sea.

Tremenda declaración de intenciones:

• Darle la vuelta la cámara y colocarte delante de un espejo quizás. Idealmente en el lavabo, posiblemente se deja entrever un rollo de papel higiénico, torso al descubierto. Sonríes, aprietas abdominales y medio bajas el pantalón por la cintura. Salvaje.
• Utilizar tu cuenta de Instagram como un acto reivindicativo de amor incondicional hacia ti mismo. Cada imagen una postura con tu mismo gesto en lugares diferentes. Quizás cambiando una sonrisa por un gesto de sorpresa o escepticismo, no sé, a tu manera.
• Llegar al padock de Fórmula 1 o al mundial motociclismo con una idea en mente, buscar a las azafatas de Ferrari o Aprilia y suplicarles por un Selfie. Piensa lo bien que quedaría en el grupo de Whatsapp de tus amigos o en tu perfil de Facebook.
• Subir a la cabina del DJ abrazarlo como si lo conocieras de toda la vida y te uniera a esa persona una relación mágica y entonces lanzar tu mejor auto-disparo con la pista llena de gente alborotada con los brazos bien arriba.

Siempre habrá un nuevo selfie que hacer – con su propio hashtag incluido – y siempre habrá un nuevo ego que alimentar.

Photo credit: Hiné Mizishuma.