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Hoy cumplo treinta y seis años, hace una semana hablaba con mis padres y mis tíos y en un descuido dije algo así: “a mis 38 años me encuentro en la mejor forma de mi vida, nunca imaginé estar haciendo lo que hago y ser quien hoy soy”. Mi madre respondió, “Israel, tienes 35 años…” Hubo un silencio… Estaba convencido de que tenía esa edad. Aunque si me preguntas, te diré que siento haber vivido 85 años. Eso es algo de lo mejor que he hecho en mi vida. Vivir cada año como si fueran 5 o 6 años condensados en un solo.

La segunda mejor cosa que he hecho en toda mi vida es invertir todo (lo que tenía y lo que no) en crearme a mí mismo. Sin dudarlo, sin retroceder, sin dejar de empujar hacia delante. Nunca me detuve, he hecho que las cosas sucedieran, he persistido, incluso cuando no tenía razones para persistir. Incluso sin motivación, hasta haciendo lo que odiaba hacer.

Treinta y seis años sin más opciones que yo mismo

Hoy cumplo treinta y seis años y en este artículo comparto una reflexión sobre las dos mejores cosas que he hecho en toda mi vida y trabajo...

Nunca tuve una pasión cuando era niño (que le jodan a la pasión, nadie nace apasionado). Nunca acabé la universidad. Trabajaba 12 horas en una fábrica. Leí mi primer libro a los 24 años. Nadie me ayudó (con excepción de Oscar y Enrico). No tenía dinero. Creo que mucha gente dudaba de mí, como lo siguen haciendo ahora. – Truco: es algo que me da igual.

Nunca tuve la oportunidad de tener un mentor, jefe o profesor que me pudiera guiar o darme el consejo que necesitaba recibir. Cada vez que he tenido que arriesgar o tomar la iniciativa, he estado solo y he tenido que decidirlo por mí mismo. Nadie me dijo cómo debía hacer las cosas, nadie me mostró el camino. Lee esto, nadie me ofreció una oportunidad. Cuando empecé desde cero, después de dejar mi vida en Alcoy, después de volver de Estados Unidos, nadie me contrataba para dar charlas o trabajar en su empresa, tuve que elegirme a mí mismo y construir todo desde cero. Solo.

¿Sabes qué? Ha merecido la pena. Volvería a hacerlo con los ojos cerrados. Estoy profundamente agradecido de que ocurriera tal y como ocurrió. Me siento bendecido por cada minuto de esfuerzo. Desde el principio, a pesar de no tener ni idea de por qué, creía en ese esfuerzo. Pensaba que era mejor que nada. Ahora sé que tenía que pasar de esa manera. Tenía que vivir todo lo que viví. De lo contrario no hubiera llegado aquí. A pesar de todos los cientos de miles de obstáculos que encontré y he encontrado, puedo decir para mí que “lo he clavado”. He diseñado la vida que nunca hubiera podido imaginar. Y lo mejor, es que soy consciente que durante este camino, he mejorado (o cambiado a mejor) la vida de un puñado de personas. Todas las que he podido.

El fracaso es mi musa

No sé si sabes esto, pero creo que llegados a este punto es bueno que lo sepas, he fracasado más que la mayoría de todos vosotros. Y lo sigo haciendo, cada día, más de lo que piensas. Esta es la razón por la que cada día crezco, aprendo y gano más y más.

La gran lección a mis treinta y seis años

Todo lo que he vivido me ha dejado una lección muy simple, sigue empujando y elígete a ti mismo. Haz lo que sea necesario hacer y no malgastes ni un ápice de energía en quejarte, buscar excusas o echar las culpas a otro. He aprendido (de forma dolorosa, créeme) que cada vez que veo el reloj, la muerte está cada vez más cerca de mí (y tuya insensato). La vida es tan finita y frágil que puedes dejar este mundo hoy. Un día como este.

No hay tiempo.

No hay bueno o malo.

Y no hay una cenicienta.

Nunca pedí permiso, tampoco lo busqué. Lo tomé.

Empezaría de cero y no cambiaría ni una sola cosa de estos 36 años.

He hecho que sucediera y volvería a hacerlo.

Extra: mañana lanzo mi auto-regalo de cumpleaños, un Programa de Excelencia para desempleados (parecido a este) que recorrerá hasta un máximo de 36 ciudades en España, una por cada uno de mis treinta y seis años.

Atribución imagen: Looker Media.

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