Mientras estamos despiertos, personas tenemos esa pesadilla recurrente, de que alguna cosa, una fuerza invisible que nos paraliza, que nos hace infelices, que nos desmotiva, que nos retiene. Y sentimos que no podemos liberarnos, que no podemos explotar nuestro verdadero potencial. Y que no importa lo que hagamos, no podemos dejarlo atrás, somos los prisioneros de esa fuerza tan desconocida llamada tú mismo. Es ese el reto verdadero, tú contra ti mismo.
Así que permíteme decirte que todo lo que te bloquea y te derriba, esa fuerza. Esa cosa, ese miedo, eres tú.
En la vida, y frente a las penas, hay dos actitudes fundamentales:
- La de los que culpan al mundo.
- Y la de los que preguntan que pueden cambiar y hacer diferente.
Culpar a alguien externo por tú miseria, es mucho más fácil, y más gratificante para tus deseos principales, de esa forma no es tu responsabilidad.
¿Sabes lo que es realmente interesante? Que queremos y esperamos que los demás nos den garantías, pero no estamos dispuestos a dárnoslas a nosotros mismos.
Ese es el problema con la mayoría de nosotros, siempre quejándonos, excusándonos y culpando al entorno.
Y no, porque a diario, te debes una explicación a ti mismo, y a nadie más.
Tú contra ti mismo
Por eso, cada mañana debes mirarte al espejo y decir “aquí estamos, mi mejor aliado y mi peor enemigo, uno va a potenciarme y el otro a sabotearme, bien, juguemos, démoslo todo, vayamos a muerte”.
Eres el/la único/a que puedes empujarte:
No más televisión.
No más snacks.
No más series.
No más dulces.
No más indulgencias.
No más quejas.
No más mediocridad.
No hasta que no seas quien quieres ser.
Tienes que darte cuenta de que aunque eres tú contra ti mismo, al final, te debes mucho a ti mismo.
Soy yo mismo, todo
¿Sabes cuál es mi más feroz competencia? Yo mismo.
Cada día requiero de mí mismo mucho más de lo que cualquiera podría humanamente esperar.
No compito con nadie, compito contra lo que soy capaz de hacer.
Siempre es tú contra ti mismo. Siempre lo ha sido y siempre lo será.
Tú eres el que tendrá que levantarse cada mañana con autodisciplina y actitud imparable para arrasar, partirla y crear un impacto inolvidable.
No coach, no mentor, no entrenador, no jefe, no Ángel Gabriel, tú contra ti mismo. Siempre.
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