Tenemos la fortuna de seguir aquí, de haber llegado hasta este punto, porque perfectamente podríamos no haber aparecido.
Podríamos no haber sucedido.
No haber vivido tanto.
Haber abandonado este mundo antes de hora, o incluso sin nacer.
¿Te imaginas no haber nacido? No.
¿Entonces?
Vive con la fuerza de tu alma.
Afronta cada día con curiosidad.
Sé perspicaz.
Actúa y habla desde el corazón.
Rechaza el mapa de otros, dibuja el tuyo propio.
Ama y regala amor a todo el mundo. no importa qué ni a quien, a todos.
Haz tu trabajo con compasión, gentileza y contundencia.
Guíate por lo que te nazca y te apetezca, pero solo si el motor que guía ese impulso viene de tus principios.
Vive virtuosamente, practicando y honrando la virtud: justicia, templanza y autocontrol, valentía y sabiduría práctica.
Que la verdad sea el único juez.
Toma responsabilidad por tus actos y acción apropiada.
Sé deliberado.
Deja atrás las opiniones, así como la pasión que turba.
Sé lo que eres.
Aprópiate de tu lugar en el mundo y juega tu papel con maestría.
Cuídate del engaño y la falsa compostura.
Controla tu impulso a hacer o a rechazar hacer.
Somos pura virtud
Estás aquí, debe haber una buena razón para que todavía sigas aquí. Una más convincente, que la de simplemente hacer lo que cualquiera hace: preocuparse por lo que no tiene, frustrarse por el pasado y el futuro, tener miedo a la muerte, buscar la seguridad o estar ocupado para no pensar.
El desafío está en descubrir por qué y para qué, el camino hacia el autoconocimiento. Un viaje que solo tú puedes emprender.
Es imposible explicar qué se siente siendo tú, como lo es imposible para mí también. Solo puedes vivirlo, serlo y sentir que recorre cada parte de tu anatomía. Da igual si es un instante o una eternidad, porque cuando realmente has vivido, no importa si fue un año o sesenta, lo que importa es que viviste.
«Solamente es duradero lo que con la virtud se consigue» – Sófocles.
Atribución imagen: Overweek.