Nunca he estado en contacto con tanta gente como en estos últimos meses, por diversos motivos. ¿Y sabes qué? (Casi) todos piensan que van a vivir para siempre. De una manera u otra creen que son inmortales, piénsalo. ¿Decir adiós de este mundo? ¿Ellos? Eso no es posible.
Esto explicaría porque esperamos demasiado. Procrastinamos demasiado. Obedecemos demasiado. Explicaría también porque soñamos demasiado bajo, porque dudamos demasiado, porque pulimos y abrillantamos demasiado esa ida. También explicaría porque comemos demasiado comida basura, vemos demasiado la televisión, evitamos el deporte y la vida que deseamos vivir y rápidamente, centramos nuestras esperanzas de futuro en una buena jubilación.
Vivimos con la falsa creencia de que “todo esto” es de por vida. No acaba. ¿Para que pensar en hoy si lo que importa es mañana? No tenemos miedo a la muerte, porque no somos conscientes de que puede llamar a nuestra puerta en cualquier momento.
Tememos sentirnos vivos. Nos horroriza la idea de vivir demasiado intenso y rápido, disfrutando de manera plena.
Esto último si es terrorífico, hace que seamos cuerpos vacíos que deambulan sin alma por el pasillo interminable del laberinto del minotauro. Es una gran enfermedad, una tragedia individual.
Puede ser tan divino como doloroso, porque siempre acabas dándote cuenta, de la manera más cruel, de que “esto” es más corto de lo que esperabas, el universo es tenue y un día se apaga, la función acaba y ya no hay más confeti.
Saber esto te ayuda a despertar, bien.
¿Cuál es el significado de “esto”? Permanecer despierto, con los ojos abiertos, recibiendo y dando, sintiendo, conociendo, reconociendo, viviendo, haciendo que cuente.
Todo lo otro, cualquier otra cosa. Puede esperar.
Photo credit: Craig Sunter.