Amar no siempre es el “amar” que esperamos, tampoco el que sabemos apreciar, el amor por los demás (y propio), tiene muchas formas:
Inquietar, incomodar, instigar.
“Abrirnos” como nunca antes lo habíamos hecho.
Vaciarnos sin que tengamos el por qué hacerlo. Vaciar a otros.
Volvernos vulnerables ante personas con las que no nos sentimos cómodos.
”Abandonarse” al otro.
Desconectar la mente calculadora y ser compasivos, mejor aún, empáticos.
Arriesgar por otros aún sabiendo que podríamos perder.
Ser rechazados y hasta repudiados.
Curar heridas.
Tener miedo.
Recibir golpes. Y darlos.
Hacerlo personal, pero a la vez no personal.
Escuchar – con acción.
Dar, solo dar, radicalmente, sin pedir.
Ser nosotros mismos.
Vivir sus problemas casi más que los tuyos.
Entregar el alma, gratis.
Amar de verdad
Sufrir y disfrutar con el amor es un problema esencial del cual no debemos prescindir. Esta es la razón por la cual debemos aprender a manejarnos en este terreno que estará siempre presente en nuestras vidas (y fuera de nuestro control).
Para amar de verdad debes analizar la forma en que te relacionas con tu propio amor; tu respeto, dignidad, lealtad y autoconsciencia.
Amar es universal. Si tenemos claro que solo hay que dar lo mejor y lo peor de uno mismo, sin restricciones, entonces puede ser más simple de lo que parece. Sin embargo, nada de esto será posible si no somos vulnerables y no nos presentamos de forma auténtica y genuina, ante sea lo que sea aquello que llegue a nuestras vidas.
Esto no es una receta, es lo que estoy aprendiendo desde que en mi 33 cumpleaños decidiera regalar mi tiempo y mi alma a colectivos en desventaja donde pudiera impactar positivamente, en los 34 a proyectos educativos, en los 35, 36 y 37 a desempleados, y en breve a los que pretendo impactar con mi 38 cumpleaños. Gracias a todos ellos y al Programa de Excelencia, porque estoy aprendiendo a amar más allá del amor convencional, y eso te abre las puertas a una nueva parte de ti que no conocías.
Solo aquellos que se conocen a sí mismos, entienden la ecuanimidad, el desapego y la realidad de que amar no es placer ni dolor, sino una oportunidad para hacer el bien, son quienes tendrán la oportunidad de cambiar el mundo.