Fácil es el nuevo complicado, y no al revés. Los archivos adjuntos, creados por el status quo, ya se encargan día tras día, que así sea.
Sin embargo estoy seguro – y convencido – de que hay otro camino. Otra forma de ver las cosas, de hacerlas, de decirlas, de solucionarlas. ¿La palabra? Simplificar.
Todo lo que hacemos está cargado e influido por archivos adjuntos, llámalos educación, religión, sociedad, dramas, traumas, secuelas, sucesos, experiencias…Por lo tanto todos esos «archivos» se ven reflejados en nuestras acciones y en nuestra forma de comportarnos. En nuestra personalidad. La mala noticia es que ni siquiera lo vemos, ni nos damos cuenta de que existen. Ya que esos archivos adjuntos llevan tanto tiempo adheridos a nosotros que ya forman parte de nuestra vida cotidiana.
Esto es lo complicado, para poder simplificar primero debemos reconocer e identificar esos «adjuntos» y una vez lo hagamos, filtrar dependiendo la situación en la que nos encontremos y los atributos de cada uno de los archivos. Unos pueden ayudar, pero otros perjudicar.
Todos tenemos archivos adjuntos, fruto de la familia, relaciones, amistades, trabajo, universidad…siempre van a estar ahí.
Elegir los archivos adjuntos que utilizar en cada situación es lo que te hace poder lograr simplificar las cosas de manera que estas tengan un impacto positivo en las personas de tu alrededor, y en ti misma/o.