Puedes ver y progresar mucho más que antes, sobre todo cada vez que das un paso atrás y permites que sucedan las cosas que no dependen de ti, pero para eso hay que disciplinar tu mente. Y cuando haces eso, ¿sabes qué ves?
Quejas.
Excusas.
Lamentaciones.
Pasividad.
Pereza.
Conformismo.
Obediencia.
Victimismo.
Limitaciones irreales.
Parálisis por análisis.
Demasiado pensar.
Mediocridad, básicamente.
Pero espera, no intervengas. No.
Permite que la gente culpe a sus padres, al sistema, a los políticos.
Permite que esos tan arraigados a ser la generación suave se queje de que el mundo no es justo.
Deja que los que no obtienen resultados planteen excusas, bien porque no se preocuparon por la acción, porque que nadie les avisó, porque nadie les explicó cómo hacerlo o porque no sabían que había una fecha límite.
Deja todo lo que escapa a tu control fuera de lo que debería ocupar tus energías.
Tú solo puedes ser el líder de tu vida. Y como decía Fernando Sánchez Dragó en la entrevista que me concedió, dedícate únicamente a cultivar tu huerto. Así es como podrás dejar las cosas en su sitio. Lo universal solo se puede cambiar desde lo individual.
Empieza por disciplinar tu mente
Elige el camino largo, ese es el atajo. Responsabilidad, resiliencia y dedicación a lo que a diario te hace progresar.
¿Cómo hacer esto? Aprendiendo a tomar responsabilidad por tus propias decisiones y aprendiendo a disciplinar tu mente.
La emoción, la mente, el espíritu, la voluntad, todo eso lo es, músculo.
¿Cómo vas a negociar con tu saboteador?
Vas y lo haces cuando está bajo tu control (lista: cualquier acción).
Así que en lugar de dejar que todo lo importante se diluya en un mar de dudas, levanta la cabeza y asciende.
Muévete sin condicionamientos hacia delante, sé sólido, seguro y serio en continuar ante cualquier tipo de obstáculo, familiares, jefes, pareja, inseguridades…
Solo así llegarás a la victoria final.
* Atribución imagen: Philie Casablanca.