El amor es una de esas palabras que las personas tratan de evitar, entre amigos, en la oficina, con la familia, especialmente cuando hablamos de nosotros mismos. Sin embargo, sin ese “amor» (amor divino, admiración, idealismo, fanatismo, amor no-romántico, cariño, síntoma de proteccionismo) amar y respetar a alguien, crear una familia, construir un negocio, mantener una relación en el tiempo o hacer cualquier cosa que merezca la pena en esta vida, es prácticamente improbable.
Frecuentemente vacilas al hablar del amor en su más pura definición por vergüenza o posible incomprensión, por la historia en tu cabeza, pero trata de hacer algo fascinante sin ello, no lo conseguirás.
El día de San Valentín es la excusa perfecta para redimirte de todo el amor que llevas dentro por un día, o bien reprimirte todavía más por no soltarlo y entonces culpar al sistema o al consumismo de que hoy no es un buen día. Verdaderamente no es ni el día especial para hacerlo, ni tampoco no es el día especial para no hacerlo. Cualquier día es el indicado para compartir tus sentimientos y amar libremente (en el extenso sentido y diferentes significados de la palabra).
Piensa esto, nada, absolutamente nada significante y bello se llega a completar sin amor. Es el barniz que nos cubre como seres humanos.
Elijas lo lo que elijas hacer hoy en San Valentín, o mañana o pasado, o en el Apocalipsis, defiende algo; ama a las personas que amas y que ellas lo sepan, no necesariamente hoy (aunque podría funcionar). Que ese halo de amor impregne todo lo que hagas, emprender, vender recambios de automóvil, hablar en público, transportar mercancías, educar a pequeños o cuidar a personas mayores, aporta más propósito al mundo a través del amor.
Si no lo estás haciendo, puedes empezar hoy, en San Valentín
Feliz cumpleaños Saray, te quiero.
Photo credit: Bekah Diaz.