El dolor es como el placer, inevitable. Si buscas placer, entonces el dolor será ineludible.
Personas con abundancia económica, personas pobres. De Estados Unidos, Laos o Dinamarca. No importa la nacionalidad, sufrirás.
Veinte, cuarenta, cincuenta, sesenta o cinco años, no importa cuantos años tengas, acabarás dañado.
Aston Martin, McLaren, Peugeot 106, Citroen o Bugatti, da igual que coches tengas, experimentarás el dolor.
No conozco a nadie que pueda escapar ese sufrimiento, ni siquiera Buda, Sócrates o Mandela. ¿Conoces tú a alguien?
Cómo manejar el dolor – y la miseria
Sin embargo, sí podemos hacer algo al respecto. Podemos aprender a manejar el dolor. Porque el dolor es inevitable, pero la miseria es opcional.
Cuando todo está sobre ti, piensas que no hay forma de controlarlo, es entonces cuando es fácil que la espiral se desmadre.
Sientes que tienes el mundo sobre tus hombros.
No conseguiste esa promoción.
Los negocios que pensaste que funcionarían, no lo hicieron.
Tienes menos oportunidades de las que imaginabas.
No te contratan.
No eres tan bueno como pensabas.
Estás fuera del equipo titular, o el equipo no cuenta contigo.
Tu empresa va a la deriva.
Cada vez más y más recibos impagados.
Cuando esto sucede, la cosa más fácil que puede ocurrir es sumergirte en el dolor y en la miseria que va con ello. Es más fácil mentirte y permitir que la negatividad te defina.
Evítalo, cada vez que algo así llegue, repítete: «Esto forma parte de vivir esta vida que estoy viviendo. Es un intercambio justo por todo lo otro que me llevo. Esto que me sucede a mí, le sucede a otras muchas personas, o peor. Son momentos que siempre van a estar ahí, no me definen si yo no lo permito».
Toma el control de lo que puedes controlar.
Para de ser una víctima.
Es en ese momento que tomas el control, cuando el dolor se intercambia por otro ruido que trata de distraerte. Y la miseria entonces desaparece.
Atribución imagen: Lien C. Lau.