Acaba esta etapa de El Viaje, y la aventura por Japón después de 21 días. Estoy en el aeropuerto de Narita, esperando mi vuelo a Helsinki. Planifiqué para estar cerca del aeropuerto, hice el «check-in», con casi toda seguridad, antes que nadie. Madrugué, llegué a facturación el primero. Esperé pacientemente a que abrieran los mostradores para la facturación del vuelo, entonces, me hacen saber que el avión está lleno y que no tengo plaza para volar, de momento. Tendré que esperar hasta las 10:45h, y el vuelo sale a las 11:55h. Hay tres personas en “stand by” (por “staff”) y yo soy el tercero en prioridad, Las otras dos personas están aceptadas. Soy el único fuera del vuelo. Quizá no vuelo, o quizá sí. ¿Y si te dijera que o me importaría no volar? Porque no depende de mí. Hay algo más que claro sucediendo aquí, no puedo controlar esta situación, por lo tanto, elimino toda importancia, aversión y apego, a la idea de poder cumplir con lo que mi mente tenía planificado para mí. Qué puedes controlar es la clave.
En Japón he encontrado muchos momentos inesperados, lluvia, no poder alquilar una bicicleta, templos sagrados cerrados, lugares que no he llegado a encontrar. Responsabilidades profesionales que aparecieron sin avisar y que eran mi compromiso solucionar, fuegos que apagar diría. En Australia también encontré muchos de estos imprevistos. Son obstáculos que inevitablemente encontramos todos en nuestro día a día, no es solo cosa mía por estar en este país o en el otro. Sucede a cualquiera, ya estés en tu casa, como comprando el pan. Lo interesante es darte cuenta de qué no puedes controlar para entonces aceptarlo, e inmediatamente trabajar en lo que sí puedes controlar.
Uno de los mayores problemas que sufrimos hoy las personas, es intentar controlar aquello que está fuera de nuestro control. Esto no es nuevo, ya lo decían Seneca, Epicteto, Epicuro o Marco Aurelio, entre otros.
Qué puedes controlar
Esta es la lista que más resulta, una serie de cosas que puedes controlar, principalmente:
- Tu comportamiento.
- Tus acciones.
- Tu actitud.
- Tus ideas.
- Tu reacción.
- Tus emociones.
- Tus pensamientos.
Es algo complejo al principio. No puedo negarlo, pero con un buen entrenamiento, darte cuenta de que puedes controlar y que no, y trabajar por intentar “dominar” y ejercer control solo y únicamente sobre aquello que sí puedes controlar, es un gran paso para llevar un vida sin miedos, sin frustraciones, sin ansiedad, sin estrés y sin tristeza. Por que lo que importa, no es lo que no puedes controlar, donde casi siempre centramos nuestras energías, esperanzas y deseos. No, lo vital es depositar todo lo que podemos llegar a dar en mejorar cómo percibimos, reaccionamos y solucionamos todo lo que sí podemos controlar.
Qué no puedes controlar
La otra lista interesante son las cosas que no puedes controlar:
- Cómo la gente piensa, actúa, habla, escribe o se comporta: jefes, pareja, hijos, compañeros, familiares, enemigos, etc.
- Aquello que no depende de ti.
- Las emociones externas.
- El exterior: el clima, el tiempo, las reglas, la sociedad, etc.
- Todo lo que está fuera de tu alcance.
Esta lista es la lista que debes aprender a dejar marchar, e incluso comprender para luego ignorar. Y entonces centrarte en lo qué puedes controlar.
Mi vida mejoró desde el día que empecé a trabajar esto, gracias a la introducción al estoicismo. Luego con Vipassana y finalmente experimentado y ejercitándolo cada día.