Las tareas difíciles tienen un mapa. Con esfuerzo, podemos ir de un lugar a otro. Hay algo que podría sorprenderte, y es que difícil es fácil una vez tienes los recursos y el compromiso necesario. Pavimentar un camino es difícil, igual que el servicio de atención al cliente o resolver problemas matemáticos. Sin embargo, imposible e improbable son donde nos quedamos y nos hundimos.
Una historia sobre difícil no imposible
Piensa en el último iPhone de Apple, un teléfono de mil euros. Los ingenieros y diseñadores tuvieron tiempo ilimitado para crearlo (más de diez años desde el primero), recursos ilimitados, un poder de mercado ilimitado. Es posible que no haya habido tanto ilimitado en un mismo sitio, en una misma compañía, en todas nuestras vidas. Y, aun así, todo lo que pudieron crear fue un dispositivo animado de emojis. Un smartphone con una mejor cámara, procesador, más velocidad y batería más duradera. Lo que es lo mismo, la resolución de varias tareas difíciles.
No digo que sea imposible otro descubrimiento, avance tecnológico o innovación disruptiva. Tampoco es que no hayamos explorado todos los límites de la conexión y el potencial humano, el dinero alternativo, la educación disruptiva, la transformación personal u organizacional o generosidad. Tampoco es que no hayamos llegado al máximo número de mejoras en seguridad, tecnología, identidad o productividad. Por supuesto que no. No es imposible volver a reinventar ese ordenador mágico que llevamos en el bolsillo.
Lo que sucedió con Apple, lo mismo que sucede con muchas empresas o personas exitosas, es que el siguiente gran salto no era imposible… Era solo improbable. Era improbable que el iPhone original hubiera sido transformador, pero Jobs arriesgó y tuvo la fortuna de que así lo fuera. Podría haber pasado justo lo contrario. Intentó algo que era improbable, pero no lo sucedió así.
Saltando hacia lo improbable
Este tipo de avance o salto, ese que realizamos hacia lo improbable, es el que hay diferente para todos nosotros, en escalas diferentes. Es improbable que este programa disruptivo que estamos impartiendo hoy mismo en Alicante funcione, quizá, pero vale la pena intentarlo. Es improbable que ese valiente proyecto literario funcione, pero merece el esfuerzo arriesgarse. Improbable que la validación científica y el método que hay detrás, sea válido. Es improbable pero esperanzador.
Improbable nunca se siente como algo difícil, y muchas veces parece imposible. No es nada de eso. Es algo arriesgado, y algo que no viene con instrucciones o garantía. Dudamos al hacerlo precisamente porque podría no funcionar, justo porque es más que difícil.
Trabajar en un proyecto improbable requiere agallas, arrogancia e insolencia. Requiere que tengamos la perspicacia de distinguirlo de aquello imposible, y el deseo de no solo hacer aquello que es difícil.
La pregunta interesante es, ¿qué porcentaje de tu tiempo lo empleas en lo improbable?
Atribución imagen: Raja Sambasivan.