Mis fracasos más pronunciados de 2016

Este es un ejercicio de honestidad, dignidad, humildad y vulnerabilidad contigo y conmigo mismo, que vengo practicando cada año desde el año 2013. Reviso todos los fracasos, fallos, errores, caídas o equivocaciones de todo año ya terminado y comparto los más sonados. Mis fracasos más pronunciados de todo un año, 2016 en este caso.

Mis fracasos en 2016, los mejores

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Dichos fracasos pronunciados son los siguientes:

  • Un negocio internacional en que habíamos invertido años salió fallido. Resultado, hemos invertido dos años y medio, más de 20.000 euros y bastante ilusión en este «master». Fallamos en nuestro negocio.
  • Fallamos en la estrategia de planteamiento de un programa formativo, fallamos en el planteamiento del público objetivo, en el precio y en el marketing. Nuestros (mis) puntos fuertes.
  • Fallamos en mantener el compromiso de cumplir los plazos que establecimos para una macro-auditoría con un gran holding. No logramos mantener un ritmo de trabajo coherente y profesional en la distancia y perdimos el cliente.
  • Fracasamos al no conseguir una comunicación fluida entre un cliente con unas necesidades específicas y nosotros. No hubo una fluidez de trabajo y nosotros no supimos detectarlo a tiempo y atajar el problema. La conclusión fue desarrollar un trabajo (sitio web) que no alcanzó las expectativas del cliente. Podría decir que el cliente no fue específico, que no entregó un briefing, etc. Excusas, la responsabilidad estaba en mis / nuestras manos y no supimos resolverlo ni solucionarlo de forma adecuada.
  • No haber desconectado por completo con más frecuencia me pasó una buena factura. Poco a poco el ritmo de trabajo y de vida fue consumiéndome. Hasta que un día me miré al espejo y no supe quien era esa persona que tenía en frente. Algo que me espantó. En resumen, este fracaso, y quizá uno de los más prominentes, va sobre ignorar a mi intuición.
  • He fracasado al dejar de ser auténtico. Auténtico a mi manera, no a la del resto del mundo, fiel a mí, a mis valores, a lo que soy, fui y seré, yo mismo. Perdí esa esencia que siempre sentí tan adentro y que tanta alegría y satisfacción producía en mí.
  • Engañarme a mí mismo sobre pasadas relaciones. Rechazar el admitir que alguien con quien has compartido tu vida no te ha aportado nada es mentira. Admitir que no has aprendido nada con esa persona en cuestión, es una fantasía que me contaba a mi mismo. No es más que evitar admitir que estás dolido y te han roto el corazón.
  • Hacer que las personas que quiero cambien. No aceptarlas como son, cuando siempre hablo de aceptar a la gente como es. Eso es parlotear y hacer de todo menos liderar con el ejemplo.
  • Fallé al querar estar en el epicentro de todo, llegar a todo, que todo pasara por mí. Peor, ser el centro. El resultado, acabar sin identidad, perdido, sin rumbo y sin saber si lo que habías hecho tenía sentido o no.
  • Quejarme más de lo que esperaba. Cuando alardeaba de ser una persona que no se queja.
  • Tardar en apartar de mi vida a personas que tenía una ligera noción que debía dejar a un lado y proseguir. Algo que mi instinto me decía, pero yo por cobardía, cariño y nostalgia no quería comprender.

Fracasar útilmente

Este año ha sido más difícil reunir estos fracasos. La razón es que este año cada día me he exigido encontrar al menos un fallo al día. Siguiéndole un aprendizaje y una solución para cada uno de esos fracasos. He contado 534 fallos. Esto ha hecho que tuviera que pensar bastante y revisar todos los fallos para encontrar los que más han dolido y más han servido. Con sus aprendizajes y soluciones. Qué gran año, qué profundo y qué completo. Cuanto siento que he crecido, con propósito. No conozco otra vía.

Extra: sí, los llamo fracasos, aunque suene duro y cruel. Nombrarlo por su nombre ayuda a verlos de forma más nítida, al mismo tiempo que los convierten en algo más real.

Photo credit: Looker Media.

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5 comentarios

  1. Ejercicio necesario, sobre todo para ver que no siempre somos tan coherentes con lo que predicamos como desearíamos. Cuesta, coño, cuesta.
    Subrayo, de entre todas las cosas que has indicado, la necesidad de desconectar de verdad. No tener el trabajo y los proyectos SIEMPRE en primer o segundo plano, esto es un ejercicio más cercano a la meditación que a la gestión del tiempo libre o de los proyectos. Porque, si no, vamos en un tren a demasiada velocidad y, uno, nos perdemos el paisaje; y dos, nos perdemos las conversaciones con los demás pasajeros, que no necesariamente tienen que estar en el tren por el mismo motivo que nosotros.
    Yo este año, después de un arranque a todo trapo con muchos proyectos muy prometedores, me he obligado a mi mismo a bajar el ritmo para no descuidar familia y amigos, porque sin ese equilibrio, personalmente, no me sirve de nada que mis negocios vayan de perlas.
    Un abrazo y gracias por la introspección, Isra.

  2. Necesitamos personas que inspiran cómo tu, diciendonos que son humanas. Necesitamos normalizar el fracaso y también los éxitos. Gracias por hacerlo! A humanizar los modelos de talento. Mucha fuerza para regresar a la autenticidad. Tu vulnerabilidad es inspiradora.

  3. Impresionante su nivel de auto evaluación, saludos desde RD Isra.

  4. De acuerdo. Es una de las cosas que más infravaloramos y que tan gran impacto causan. Cada seis meses desconecto 8 días por completo. Ahora pensando en un día de desconexión absoluta al mes también.

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