Cuando era un chaval, bastante inquieto, dejé la fábrica en la que trabajaba y aterrice por inconsciencia y atrevimiento en Manchester. Unos meses después descubrí que me gustaría dedicarme al mundo del marketing, el trabajo de mis sueños sería ser responsable de marketing en alguna organización o agencia, el tipo de trabajo por el cual muchos pelean durante toda una vida. Suponía.

El problema fue que una vez llegué ahí, no era tan atractivo para mí, no era lo que quería. O no era como lo había imaginado. Había demasiadas limitaciones, imposiciones y prejuicios. No podías demoler los fundamentos del marketing y hacer algo diferente, no era divertido. No era interesante.

En realidad esto me ayudó a darme cuenta que quería elegir qué hacer, cómo, con quién, por qué y cuando hacerlo.

Para ser justos, no estoy seguro de que otras personas que estuvieran en mi posición amaran lo que hacían, tampoco. Era duro, sobre todo trabajar para alguien, seguir unas normas que no comprendías, lidiar con clientes crispados y con proveedores mediocres, para al final de mes obtener un salario lo suficientemente justo para poder vivir. Si por otro lado, realizabas un gran trabajo, este era atribuido a los directores, todo esto succiona tu alma, poco agradecido. Afortunadamente, tomé otro camino, más incierto, impredecible, arriesgado, pero deseado. Decidí elegirme a mi mismo. Supongo que tú hubieras hecho lo mismo.

Desde ese momento hacia adelante, mi carrera profesional ha estado únicamente marcada por la necesidad de encontrar aquello que amo y genera impacto positivo en otros – y en mí. Cada día estoy menos preocupado por el dinero, popularidad o influencia, tenga menos o tenga más, o nada en absoluto, pero sí me preocupa causar algo trascendente. Hacer lo que sientes que quieres hacer es la manera más fácil que conozco de obtener un maravilloso salario.

No creo que sea una estrategia del todo mala, para nada.

Photo credit: General Physics Laboratory.