Cuanto más y más conscientes somos del tiempo, más y más perseguimos nuestro futuro, así que lo que acabamos haciendo es perseguir el presente a más velocidad todavía. Algo insostenible, porque la velocidad es una ventaja competitiva si tú eres el único que la tienes. En caso contrario, tendrás la sensación de que por mucho que corres o no llegas a tiempo o no llegas a nada, o las dos a la vez.
La conclusión es que ir más y más rápido solo te lleva a alcanzar menos y menos objetivos.
Parece que el mantra es no perder el tiempo, ir deprisa para acabar las cosas, pero resulta que cuando acabas, el resultado no merece la pena ¿por qué? Porque lo hiciste con prisas.
Si ir deprisa tiene la meta de disfrutar, estamos adoptando la estrategia equivocada. Para disfrutar solo podemos hacerlo ahora. ¿O acaso has conocido alguna vez un verano que se convierte en primavera y a la inversa? Verano es verano y primavera es primavera, ambas estaciones son suficientes para ellas mismas.
La alternativa: estar aquí (presente)
En cambio, el presente es algo en lo que puedes y debes instalarte.
Cada día es igual de buen día que otro, solo si liberas tu mente de pensamientos ideales (expectativas). Para hacerlo hay que asegurarnos de que nuestra mente no depende de lo que no está aquí ahora.
¿Tienes tiempo para darte cuenta de lo que está pasando a tu alrededor? El agua al caer, las ramas de un pino ondulando por el viento, una nube deformándose hasta volverse a formar. Esto es solo percepción, consciencia del momento presente, sin prisas.
Siéntate por unos minutos, respira, fíjate, ya está. Ahí lo tienes.
No estamos despiertos, no estamos realmente vivos, no podemos decir que estamos viviendo, y menos aquí. Tenemos apetito, hambruna mejor, vivimos en algo abstracto donde lo que viene está a la vuelta de la esquina, no aquí.
Aprende a ver que ir deprisa es otra ilusión.
Atribución imagen: Mikael Korhonen.