“El sumo bien es un espíritu que desprecia la casualidad y se alegra con la virtud; es una fuerza invencible del espíritu aquel para quien no existe lo bueno ni lo malo” – Séneca.
Sea lo que sea no está dentro ni fuera, porque no hay un “dentro” ni “fuera”, solo “está”.
Sonríe y sonreirás.
Haz algo y lo harás.
Vive y vivirás.
Sé y serás.
Ama y amarás.
Piensa y pensarás.
Concéntrate y te concentrarás.
Escucha y escucharás.
Aprende y aprenderás.
Despréndete y te desprenderás.
Hemos sido educados para usar nuestra mente de tal manera que ignoramos el hecho de que todo el mundo es una extensión de nosotros, del cosmos – solo que seguimos jugando a no darnos cuenta. Consecuentemente pasamos a ser un pequeño agujero (mí, yo, soy, tengo, ego)

¿Buscas la plenitud del ser? Trabajar en la virtud es la respuesta…
En los principios, en los valores, en lo que hace el bien a uno mismo y a cualquier ser del planeta… Ahí está la llave hacia ser lo que ya eres pero no consigues ver, porque todo está delante de nosotros. De nuevo, en palabras de Séneca:
“El placer resulta blandengue, enervante, empapado en vino y perfumes, pálido y acicalado; en fin, sucio y lleno de afeites. El bien supremo es inmortal y no conoce lo que es desaparecer; ni siente cansancio, ni arrepentimiento; porque jamás un espíritu recto se vuelve atrás; ni siente odio de sí mismo, ni cambió lo más mínimo porque siempre ha seguido lo mejor”
Entonces ¿cómo verlo? La respuesta es la siguiente: no hay que hacer nada más que lo que estás haciendo y ver que lo estás haciendo, estar haciéndolo, sentirlo, experimentarlo, convertirte en ese instante.