Un viejo proverbio Zen dice sobre la meditación: «deberías meditar durante 20 minutos cada día, a menos que estés realmente ocupado, en ese caso deberías meditar durante una hora».
La neurociencia de la meditación es indisputable. Cuando meditas se ha demostrado una mayor activación de la actividad cerebral, además de llevarte a un estado proactivo más que reactivo.
Esto es algo que todavía trato de dominar, y que trabajó a diario cada día. Solía tener una voz en mi cabeza que me decía:
- ¿Debo estar sentado por 30 minutos en Posición de Loto?
- ¿Sirven los mantras y cánticos? ¿Qué canto? ¿Cómo canto?
- ¿Qué es ese espacio en blanco que debe aparecer en mi mente?
- ¿Seré capaz de abrir el tercer ojo? ¿Como? ¿Cuándo?
- ¿Funciona la meditación? ¿Lo estaré haciendo correctamente?
- ¿Cómo mejorar y aprender a mi manera?
- No avanzo.
Cuando medito:
- Entro en esa cháchara incesante.
- Me cuestiono a mí mismo más que nunca.
- Aparece el crítico interno perfeccionista.
- Vuelven todas esas tareas que no recordaba.
- Dudo más que nunca.
- Un millón de pensamientos entran en mi cabeza.
- La negatividad tiene la puerta abierta.
Pasé dos semanas en Lamayuru aprendiendo a meditar en 2013. Desde entonces, solo bajé los brazos durante casi un año, en 2014. A partir de entonces, no he parado, algún día quizá. En 2017 realicé mi primero retiro Vipassana. Aún así, seguía teniendo problemas para meditar. Hasta que me di cuenta de que meditar no es más que enfocarte en permanecer presente. Al mismo tiempo que alineas tu respiración y la haces trabajar.
Espera que tu mente divague.
Te presente que te perderás en otros pensamientos.
Espera vivir en el pasado, o en el futuro.
Es algo normal.
La magia de la meditación es que te entrena a vivir más despierto. De tus pensamientos, de tu vida, de tu percepción. La meditación te entrena a darte cuenta de las cosas, a que tu atención se compenetre con tu aliento.
Vuelves de vuelta al «ahora»
Te das cuenta cada vez que tus pensamientos se desordenan y tu mente te controla. Es como hacer repeticiones en el gimnasio, siempre hay una repetición más que hacer, porque nunca estás lo suficientemente entrenado. Es tiempo de entrenar la meditación, todos los días.
Una de las últimas herramientas que estoy utilizando para meditar, se llama Muse Hedband. Es un hack, absolutamente.
Cómo meditar (o cómo medito)
Por la mañana, cada mañana, dedico entre 21-31 minutos a meditar. Meditación Vipassana.
Hay un día a la semana que medito tumbado, porque me apetece. Hay uno o dos días más que a veces medito con mantas de fondo. Esta es la lista que he ido construyendo poco a poco.
¿Tú? Elige tu fórmula.
Una fórmula rápida para practicar la meditación
Matemática: si puedes comprometerte durante 10 minutos de respiración y meditación, eso son 60 horas al año.
Lo que has hecho es añadir en tu cerebro años extra de trabajo acumulativo.
Uno de los más sorprendentes y agradables efectos de la meditación es que estarás más presente, enfocado y calmado. Conecta con tu cuerpo de forma que puedes darte cuenta de cómo te sientes con más facilidad. Aprendes más sobre cómo funcionas, tu cuerpo, tu mente, tus emociones, tus biorritmos.
Quedamos tan perdidos en los algoritmos de nuestra mente, que perdemos la habilidad de ser conscientes sobre nuestra intuición. Así como de las respuestas físicas a nuestro entorno.
La meditación no convertirá a tu jefe malhumorado en alguien alegre. Tampoco mejorará la conducta de tu molesto vecino, pero ayudará a mejorar tu respuesta a esos estímulos.
En resumen y para acabar, aumentará tu adaptabilidad porque tendrás más control sobre tu respuesta al estrés y al entorno que percibes.
Atribución imagen: Judy Merrill-Smith.