La única clave que conozco, no parar de empujar.
Entender que siempre habrá un desafío.
Siempre habrá un test.
Algo tratará dejarte fuera de juego.
Aparecerá una excusa que te convencerá y la creerás.
Una lamentación pasará el filtro de «no hacer caso».
Una emoción te impactará te hará creer que no vales.
Sentirás un ataque como un ataque, te ofenderás, reaccionarás y perderás los papeles.
Un día algo te cogerá por sorpresa.
Un virus vendrá y te pondrá en jaque, a ti, a tu familia, trabajadores o amigos.
No es nada personal. Solo es la vida. Séneca decía que no puedes decir que vives si no enfrentas la adversidad, puesto que no tendrás la oportunidad de ponerte a prueba.
No parar de empujar
Me gusta pensar que hay un pequeño diablo que disfruta viéndonos caer en las trampas tan normales y cotidianas de nuestra existencia. Un personaje maligno al cual es fácil incomodar. Solo tienes que no parar, una y otra vez, no importa, no pares.
Ahora bien, lo que podría suceder con esta actitud imparable es que o bien el diablo llame a sus hermanos mayores y tengas que sortear más injusticias, infortunios o situaciones desagradables, o bien podría suceder que paren de molestarte y se vayan con la música a otro sitio.
Quiero que seas «ese hombre o mujer tan molesto/a al que no le importa caer enfermo. Al que le da igual sus finanzas o amoríos, porque cada día se levanta de la cama con la misma misión de siempre, no parar».
Eso es lo que debería recordar de ti ese hombrecillo rojo que vive entre llamas, que salga despavorido al volver a saber de ti.
No parar de empujar, más fácil decirlo que hacerlo, pero solo tienes que tener en cuenta que la clave es parar solo cuando llegue el último día de tu vida, bueno, el último minuto.
Mientras tanto, showtime.
Atribución imagen: chb1848.