Ve ahí adentro y encuéntrate con el amor interior, es decir, con el autorespeto.
Pero espera, no está tan adentro como crees.
Está en las decisiones que tomas.
En cómo reaccionas a lo que está fuera de tu control.
En qué importancia te das cuando te intentas sabotear, incluso hasta cuando consigues minimizarte.
En la dignidad con la que te presentas ante cualquier persona y situación.
En la honestidad con la que saltas a cualquier relación, no por cómo se puedan sentir, sino por como de verdadero puedas ser con tu esencia.
En la compasión con la que bloqueas lo que no te sirve o te resuena.
En la contundencia que empleas para contarte la verdad.
En la sutileza y radicalidad con la que eres capaz de amar a cualquier ser vivo y/o cosa.
Conecta con el autorespeto
El amor es tu propio centro, la virtud con la que se te ha dotado por el ser humano que eres.
Cuando conectas con tu centro y respetas cada milímetro de él, cuando lo honras siguiendo sus instintos y cuando lo proteges de todo lo externo, es entonces cuando alcanzas el verdadero amor que emana de uno mismo y contagia todo lo que toca.
El amor propio como lo conocemos es una chatarra sistemática que nos han contado para que estemos ocupados buscando algo que ya es innato en cada uno de nosotros. Porque todo tú es amor, de los pies a la cabeza, y si en lo más profundo de tu sistema de supervivencia no lo creyeras, no seguirías con vida.
Amarse a uno mismo es como intentar besar tus propios labios, mientras que procesar respeto hacia el núcleo de tu centro esencial y hacia el de los demás, es la forma más verdadera de amor que existe, el autorespeto.
Eso es, respétate como si fueras tú más íntegro admirador e ídolo al mismo tiempo y el amor florecerá sin más.
* Atribución imagen: Reenay Grayson.