El futuro nunca será perfecto, esto lo sabemos.
Qué fue, qué es y que podría ser…
Las tres tienen más cosas en común de lo que imaginamos.
La mejor forma de crear un presente y diseñar un futuro reside en no basarlo en las suposiciones, agravios y caminos sin salida del pasado.
A menudo, diseñamos un presente condicionados por un pasado esperando un futuro improbable. No porque no pueda ocurrir, sino porque el punto de partida está podrido por las creencias que nos acompañan cada día. Esto lo puedes ver en los hábitos de consumo, en las modas, en los comportamientos compulsivos, en la conducta derrotista, el miedo al rechazo…
El futuro no va a ser perfecto. El presente es completamente incontrolable. El pasado ya no se puede rescatar. Sin embargo, podemos ser amables, empáticos y generosos. Podemos escuchar. Podemos dar una oportunidad al beneficio de la duda.
Podemos abrir la puerta al optimismo, a la empatía, a la compasión. A confiar en la persona que nos ha fallado, en interesarnos por el cliente que no quiere volver a comprar, en complacer al inversor descontento. En Zen ven la duda como una gran oportunidad de navegar sin esperar un resultado determinado, un elemento que nos abre a cualquier cosa, con la grandeza que eso representa.
El futuro no siempre funcionará. No siempre podremos vivir el aquí y ahora. Quizá el pasado nos persiga. No siempre saldremos victoriosos. Pero podemos estar en alerta y buscar la posibilidad en lugar de lo que se predijo.
Siempre podemos adaptarnos a lo que venga y sacarle partido, algo que el ser humano ha sabido hacer tan bien durante generaciones.
El futuro nunca será justo. El presente tampoco, ni el pasado. Pero podemos intentar. Podemos concienciarnos. Podemos servir, cuidar a otros e impulsar. Y podemos elegir conectar y crear resonancia.
El futuro nunca será perfecto, pero puede ser mejor, solo si nosotros lo permitimos.
Extra: accede aquí al experimento Wu Wei sobre la no-acción.
Atribución imagen: natlas.